Villerxs: bailar la distancia

Por Natalia Saraí Saldívar Halac*

 

Un grupo de bailarinxs intenta habitar los cuerpos de lxs jóvenes de barrios marginales de la ciudad de Córdoba. Por medio de la danza, cuerpos privilegiados hablan de otros que no lo son. Intentan hacer carne lo que se busca esconder, poner en escena movimientos que se opongan a la inercia de la desigualdad. En esta reseña recorremos el proceso de creación e investigación de la obra Villerxs, que se estrenará en el Centro de Producción e Investigación en Artes (CePIA) en abril.

Sala Jorge Díaz, CePIA, Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Mientras miro pienso en las distancias. ¿Será esto un esbozo de puente?

Cuatro cuerpos danzan el espacio, pintan un paisaje, nos sacan del centro, nos tiran al borde.

Cuatro cuerpos denuncian. Intentan bailar las villas cordobesas. Hay una realidad que se quiere hacer visible, pero el peso de las distancias se trasluce en cada movimiento. Los intérpretes son conscientes de esto y se rebuscan para dar forma a este mundo que parece lejano, cuidando de no aplastarlo. La obra se llama Villerxs, y surge de una investigación teórica, metodológica, corporal y escénica radicada en el CePIA, de la Facultad de Artes de la UNC.

Villerxs, cuerpos que atraviesan las palabras. Fotografía: Daniel Isoardi (Equipo de Registro, Documentación y Archivo-CePIA)

Esta vez, la función es parte del ciclo Obra en Proceso, que propone replantear la forma usual de producción y abrir las puertas de las salas de ensayo para involucrar al público en el proceso creativo. El grupo, bajo la dirección de Magdalena Arnao, está conformado por lxs bailarines Florencia Mainetti, Xilenia Carreras, Pittias Ardazi e Ignacio Gutiérrez. La investigación que llevan a cabo interroga, por medio de la danza, qué significa habitar un cuerpo joven en situación de marginalidad en la ciudad de Córdoba, y hace foco en su construcción social. El producto de éste proceso tomará forma en una obra de danza que se estrenará en abril de 2018.

La intención del grupo es relacionar el cuerpo con las lecturas y sentidos que se disparan al pensar en las villas cordobesas. Lo hacen desde el mundo del arte y con sus experiencias personales como soporte para abordar de manera consciente la complejidad del tema. Su trabajo apunta a explotar los recursos físicos de los bailarines como medio expresivo de estas realidades. En palabras de Magdalena, su directora, “la plasticidad del cuerpo debería poder presentar la problemática sin habitarla”. Es decir, se admite el espacio del arte como un espacio externo, que ofrece la posibilidad de plantear nuevas formas de pensar las problemáticas de la escena social cordobesa.

Paradójicamente, hoy en Córdoba son pocxs lxs villerxs que podrían llegar a ver esta obra. Hay que decirlo: en nuestra ciudad son escasas las personas que desde los barrios marginales llegan a la universidad pública y gratuita. La gratuidad no está asegurando el acceso a la educación, los casos de gatillo fácil siguen en aumento, la pobreza sigue siendo criminalizada, los sectores privilegiados y el Estado siguen desentendidos. Estos cuerpos lo dejan claro: para ellos la meta es generar reflexiones que se opongan a la inercia de esta realidad desigual. Lograr que alguien se pregunte, que mire sin cerrar los ojos y busque cómo llevar esta consciencia a sus acciones cotidianas. Es una meta difícil, inmersos en unos medios y una cultura que reducen a las personas a estereotipos, y a las villas de emergencia a pobreza y delincuencia. Aquí es donde la danza aparece como un lugar posible, donde el cuerpo se vuelve resistencia. Se resiste a dejar que las villas sean solo un lugar sobre el que comentar “de paso” para quienes no las vivimos. Se resiste a que ser pobre tenga una sola cara y un solo destino posible.

Los cuerpos en escena

Florencia Mainetti, Xilenia Carreras, Pittias Ardazi e Ignacio Gutiérrez, elenco completo de Villerxs. Fotografía: Daniel Isoardi (Equipo de Registro, Documentación y Archivo-CePIA)

Flor, Nacho, Pittias y Xile intentan transportarnos a este mundo ignorado, un mundo que erigen sobre cúmulos de basura que se vuelven instrumento, escenario y símbolo de su representación. Sus cuerpos se vuelven pibxs en una villa. Oscilan entre el trabajo y la fiesta, la libertad y la represión, el amor y la violencia. Los bailarines van y vuelven por el espacio, buscan abordar la complejidad de estas vidas, del placer y del dolor que atraviesan. Con sus movimientos dejan claro que la marginalidad no es un estado de resignación sino una resistencia activa.

A medida que se trasladan en el espacio, los cuerpos instalan preguntas y los espectadores somos testigos de un pensamiento en construcción: un ensayo. Se mueven entre decir y bailar, entre representar y abstraer. Por momentos me olvido de que están bailando; por otros, de las villas. Los cuadros más interesantes surgen cuando los cuerpos se suspenden en movimientos híbridos, dónde puedo ver lxs pibxs y lxs bailarines. Esos instantes en que no sé si son Flor, Nacho, Pittias y Xile o son otrxs que hoy no pueden estar. Ahí dónde me cuesta decir si estoy viendo danza, performance o teatro. La escena se vuelve un limbo en el que los cuerpos trascienden las palabras y algo queda suspendido más allá de la interpretación. Algo que quizás tiene que ver con la herida ingenua de que estas realidades que nos muestran sí existen. Algo que tiene que ver con un baile que nos enfrenta al vacío de la injusticia. Algo que hace evidente la distancia.

Hacedorxs y espectadorxs intercambiando experiencias. Fotografía: Daniel Isoardi (Equipo de Registro, Documentación y Archivo-CePIA)

Cuando terminan de bailar llega el momento de charlar. El grupo nos invita a que compartamos nuestras impresiones, nuestras dudas. En mi cabeza aún resuena lo que acabo de ver. Las personas alrededor empiezan, de a poco, a articular sus devoluciones. Las preguntas y las reflexiones se profundizan: ¿cómo hablar de lo que no nos pertenece?, ¿cómo resumir sin reducir?, ¿cómo transitar la frontera entre representar y abstraer?, ¿entre teatro y danza?

El público sugiere, señala, y el grupo escucha. Alguien dice que la manera de hacer de este espacio un lugar efectivo de deconstrucción es dejarse atravesar por las dudas, los silencios y las perspectivas. Alguien más habla de admitirse subjetivo y ajeno, ser consciente de estar mirando y habitando lo que no es propio; pero a la vez, sí. Debatimos sobre el potencial de accionar desde afuera para transformar una realidad que nos concierne a todxs.

Lxs miro y pienso en Córdoba hoy. En el necesario engrosamiento de la piel que requiere el ser atravesado por la marginalidad. En lo sútil que puede volverse la resistencia en estas realidades. En cómo permitirse una vida más allá de la supervivencia deviene un acto revolucionario. Saberse invisible a los ojos de otros sectores de la sociedad y reclamarse ciudadano. Reivindicarse como persona y resistir.

Los bailarines en escena juegan, se divierten. También se desgastan, trabajan. Sus cuerpos hablan. Cuerpos privilegiados hablan de otros que no lo son. Cuerpos que intentan hacer carne lo que se busca esconder y hay que decir. Cuatro cuerpos se esfuerzan por enfocar la periferia invisibilizada de nuestra ciudad y llevarnos hacia ella vacíos de certezas. Como plantea el dramaturgo Pablo Messiez:

“En la duda está la rendija para ver otras zonas.
Hay que bailar las preguntas.
Hacer manifiestas la inquietudes. Y temblar”.

La basura que se vuelve instrumento, escenario y símbolo en la obra. Fotografía: Daniel Isoardi (Equipo de Registro, Documentación y Archivo-CePIA)

*Estudiante de la carrera Licenciatura en Artes Visuales e integrante del Equipo de Comunicación del CePIA, Facultad de Artes UNC

Funciones de Villerxs: 12, 13, 19 y 20 de abril, 20 hs. en Sala Jorge Díaz del CePIA (Av. Medina Allende S/N, Ciudad Universitaria).