Una universidad integrada a la sociedad. La extensión como prioridad

En el último tiempo, la Universidad Nacional de Córdoba se ha planteado promover la extensión como línea prioritaria en la currícula. Una transformación que implicará un sacudón en los cimientos de una institución que aún mantiene una estructura elitista alejada de las demandas populares. Ante ello, hablar de extensión es repensar el vínculo de la universidad con la comunidad, es abrir un diálogo de saberes desde el compromiso y la sensibilidad. Un desafío en el que el arte tiene mucho que aportar.

 Por Fernanda Vivanco*

Fotografía: Julia Barnes

El nexo e intercambio entre la academia y los barrios ha sido y es una de las misiones universitarias de carácter más solidario y democrático. Su importancia quedó realzada hace tiempo en los reclamos plasmados en las declaraciones de la Reforma del `18 y sigue siendo un desafío más de cien años después, época llamada por algunxs “la segunda Reforma Universitaria”. Así lo indican las conclusiones finales de diversxs pensadorxs, profesorxs y académicxs que participaron de la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES) realizada en el año 2018 en Córdoba, donde se plantearon acciones y recomendaciones para tener en cuenta en la próxima década, pensando entre otras cuestiones el rol de la educación superior de cara a los desafíos sociales de América Latina y el Caribe.

El fortalecimiento de la extensión universitaria no depende solamente de la cantidad de presupuesto anual, asignado para solventar variados programas de trabajo o proyectos que persiguen poner en diálogo a diferentes actores sociales de cara a atender una problemática y/o necesidad específica (lo cual también da una idea de cuánta voluntad política se inclina en favor de esta misión). También depende del grado de compromiso de las personas que transitan la academia, traducido en su nivel de participación en actividades y proyectos que traspasan los muros de la institución. Y hablamos de compromiso porque ponemos el foco en quienes se sienten interpeladxs por los avatares de la realidad y planifican -en consecuencia- estrategias de acción, formas de comunicación y vinculación junto a aquellos sectores sociales cuyas condiciones de vida los vulneran y excluyen del sistema.

En este punto apostamos por un paradigma que propone repensar y modificar la manera en que la universidad forma a lxs estudiantes y se relaciona con las comunidades. Se trata de construir nuevos modos de vinculación, para poder “pensar en una universidad cada vez más integrada a la sociedad, generando acciones que contribuyan a resolver los problemas importantes que la población tiene y pensando en formar profesionales no sólo como técnicos, sino también como universitarios que tengan un nivel de sensibilidad y solidaridad a la hora de ejercer la profesión”, según explica Humberto Tommasino, gran referente en materia de extensión universitaria de América Latina[1]. Pero esto no es algo que podamos pensar/accionar en soledad. El modo en que la extensión se incluya dentro de la formación académica es principalmente una discusión que deben tener los co-gobiernos de las universidades.

Próxima estación: transformación

Durante 2018 la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) expresó, en el marco de la Planificación Estratégica Participativa, la intención de empezar un proceso de transformación de la enseñanza para incorporar la práctica territorial extensionista en los espacios curriculares. Un aspecto que consideramos urgente de atender en relación a una de las misiones de la universidad cuya trascendencia se ha visto históricamente disminuida ante el grado y la investigación.  

Y la palabra clave aquí es transformación, ya que la decisión de promover la extensión como línea prioritaria en los planes de estudio implicará un sacudón en los cimientos mismos de la institución. Una institución que, si bien ha ido cambiando acorde a los tiempos transitados, aún mantiene -en términos generales- una estructura elitista que concibe a la casa de altos estudios alejada de las demandas populares, con supuestos que ubican a la universidad y lxs universitarixs como poseedorxs de un saber válido o legitimado, y al resto de la sociedad como receptora del mismo, en lugar de co-constructora de estos conocimientos.

Por suerte, nada fue dicho de una vez y para siempre en términos de extensión universitaria. No solamente porque el área demanda continuamente la problematizaciòn y redefiniciòn de sus prácticas y formas de relacionarse con la sociedad, sino también porque debe habilitar más debates abiertos, es decir, que incluyan a todos los sectores sociales vinculados a la universidad, para consensuar políticamente cuestiones que orienten el rumbo a seguir. 

Por esto mismo, necesitamos explicitar y consensuar cuanto antes cuál de los diferentes sentidos con los que se ha asociado históricamente a la “extensión” -y que están en circulación dentro de las más diversas unidades académicas- tomaremos; y a partir de allí, dar batalla en este campo. Un debate indispensable, ya que al hablar de extensión podemos no coincidir en su sentido o alcance, o en el posicionamiento político pedagógico en que nos paramos. Sin dudas, la especificidad de las distintas disciplinas marca diferencias según los alcances de cada una. Sin embargo, es posible asumir de antemano, por ejemplo, qué enfoque debería tener la relación entre actores universitarios y actores del campo popular: ¿asistencialista?, ¿empoderador?, ¿ambos? O también preguntarse qué espacio se dará a la construcción colectiva de conocimientos, qué validez le otorgamos al diálogo de saberes, cuáles creemos serán los aportes y el alcance de la experiencia extensionista hacia los actores involucrados, y muchas más cuestiones.

El anudamiento entre la extensión y las artes

Ya nadie discute la premisa de que todo arte es político, y menos en el terreno fértil de la extensión. Allí se añade una preocupación por el vínculo entre el arte y la política, entre el arte y nuestro cotidiano; entre un proyecto artístico-pedagógico o una producción estética y un futuro lleno de posibilidades y expectativas que supere el estado actual de las cosas. Pero no es evidente que estas preocupaciones empujen y propicien sendos intercambios entre docentxs, estudiantxs, egresadxs y nodocentes de instituciones de educación superior ligadas a las artes  y diversos sectores populares. En el caso de la Facultad de Artes de la UNC, si bien existieron y existen proyectos que vinculan cátedras y territorios, los mismos constituyen una minoría. La mayoría de las cátedras no se orientan en torno a esta perspectiva o, si lo hacen, ocurre de manera discontinua o aislada y/o con poca participación estudiantil.

Esta situación es algo a rever, sobre todo en el marco del proceso antes mencionado de comenzar a incorporar la extensión en los espacios curriculares, a partir del cual se espera que crezcan y aparezcan nuevas producciones extensionistas, mayores cruces entre experiencias territoriales y cátedras, e intercambios con centros y equipos de investigación, desde la perspectiva del diálogo de saberes. O, como refiere el sociólogo portugués Boaventura De Sousa Santos, “ecología de saberes”, que es la posibilidad de generar espacios donde distintos saberes puedan interpelarse mutuamente: el saber que tiene la población (sea campesina, rural, un grupo de vecinxs, etc.) respecto a temáticas diversas y el saber que dispone la academia, para descubrir qué nuevo saber se configura a partir de ese intercambio.

En ocasión de las 1ª Jornadas de Extensión en Artes, realizadas en el CePIA en 2018, un grupo de docentes, estudiantes, egresadxs, nodocentes y demás actores sociales y populares que se desempeñan en el ámbito extensionista, se reunieron para visibilizar sus prácticas académicas, artísticas, políticas y humanas, al interior de la Facultad de Artes de la UNC, así como para analizarlas y repensarlas. Al interior de esos debates sobresalió la idea de que el arte siempre nos está proponiendo un intercambio, una vinculación con un otro/a, con un entorno, con un contexto, y esto ya es un plus.  

Tal como se planteó durante aquellas jornadas, el arte “nos propone cruces de ideas, sentidos, imágenes, texturas, colores, sonidos, y también entrelazar sentires y vivencias compartidas, colectivas. (…) la producción artística en ciertas etapas sirve como herramienta para trabajar alguna problemática o abordar algún objetivo. Esto no es menor, porque el arte en sí mismo condensa, por su poder comunicativo, de visualización y de disfrute estético, muchísimas potencias”[2].

De este modo, la extensión universitaria posibilita un campo de acción en donde el arte, desde lo disciplinar, lo metodológico y lo pedagógico, abre caminos para reflexionar crítica y sensiblemente sobre el mundo que nos rodea y nos afecta. Desde allí, el arte acerca un lenguaje diferente, mediante el cual poder decir, expresar y compartir sensaciones y sentidos, contribuyendo a generar procesos de democratización y franca mejoría en cuestión de derechos humanos de las personas y de los sujetos colectivos.

*Actriz, comunicadora social y docente del Departamento de Teatro de la Facultad de Artes UNC. Desde el año 2001 integra diversos proyectos extensionistas, ya sea como integrante o coordinadora.


[1] Entrevista al Dr. Humberto Tommasino. «Hay que repensar el vínculo entre el saber de la universidad y el saber de los sectores populares», publicaciòn de la SEU de la UNPA, 2015. LINK: http://www.unpa.edu.ar/noticia/hay-que-repensar-el-vinculo-entre-el-saber-de-la-universidad-y-el-saber-de-los-sectores-popu

[2] Cuadernillo de Extensión en Artes , F.A./U.N.C., 2019. Pàg. 9.  LINK: http://artes.unc.edu.ar/files/cuadernillo-extensi%C3%B3n-digital-FINAL3.pdf