Cortópolis: ganas de ver cine y compartirlo

Verónica Carpintero*

 

La edición 2017 de Cortópolis se desarrolló a principios de octubre con una muestra de carácter no competitivo. La idea fue visibilizar los cortometrajes y disfrutarlos. Como cierre, la muestra contó con la presencia del realizador entrerriano Maximiliano Schonfeld, quien realizó una retrospectiva de sus trabajos y nos contó sobre el estreno de su última película, La siesta del tigre. Además, conversamos con el equipo organizador del evento sobre los cambios en las políticas de apoyo a la producción cinematográfica local.

 

El Festival Latinoamericano de Cortometrajes Cortópolis se realiza en la ciudad de Córdoba desde el año 2006, de forma bianual, con la intención de difundir el formato y generar puntos de encuentro entre realizadores/as, técnicos/as y amantes del cine. Este año se llevó a cabo una muestra no competitiva que tuvo lugar del 5 al 7 de octubre en distintas salas y espacios de la ciudad, organizada por el equipo Cortópolis y la Subsecretaría de Cultura de la Universidad Nacional de Córdoba, con el apoyo de la Facultad de Artes y el CePIA.

El objetivo de la propuesta es contribuir a la formación de espectadores/as, programando audiovisuales que propicien el pensamiento crítico y la reflexión, dando a conocer el cine de Córdoba y abriendo la mirada a todos los rincones del país y la región.

Lucía Matarozzo en diálogo con Un Rato
Fotografía: Gisela Cassettai

“Los cortos tienen otra lógica de ser, en el cortometraje hay mucha información en breve tiempo y por la característica del formato los directores se permiten jugar; es una instancia de mucha experimentación. Por todas esas características a veces la gente se queda un poco descolocada, cree que tienen que entender que pasa algo y en realidad es dejarse atravesar por toda esa información. A veces con los largometrajes, esa información está diluida en el tiempo y hay más paciencia. En el corto hay que darse el tiempo para apreciarlo y lleva un ejercicio”, reflexiona Lucrecia Matarozzo, una de las impulsoras del festival.

En un contexto donde la televisión, las series y el cine comercial son tan convocantes, lograr atraer a la gente a una muestra de cortometrajes no es tarea sencilla. En palabras de las organizadoras de Cortópolis, es un trabajo de hormigas que implica mucha constancia. “Por ese motivo hace unos años sumamos a nuestra programación muestras para niños y jóvenes -a la que asisten escuelas públicas de nuestra ciudad- ya que es un público que está en formación. Pensamos que si vamos mirando cine desde que somos chicos, un cine particular y distinto al que se ve en la tele, va a ser más fácil que se pueda apreciar la variedad”, indica Lucrecia.

La muestra incluyó también la tercera edición del proyecto “Cortos Emergentes”, que el cineclub La Quimera viene impulsando desde el año 2014. Un grupo de realizadores/as es invitado a reflexionar y a compartir procesos de trabajo e ideas en torno al lenguaje cinematográfico. Asimismo, la programación hizo un repaso sobre dos obras del realizador independiente Fred Halster.

Por otro lado, bajo el nombre Nitrato Argentino Científico, se exhibió una muestra restaurada por el Museo del Cine: cortos de divulgación científica que datan de la década de 1910, con el plus de que fueron musicalizados en vivo. Además, Cortópolis contó con una instancia de capacitación, dictada por el director de fotografía Luis Cámara. También se presentó el libro Entre cortes, conversaciones con montajistas de Argentina, con el propósito de hacer visible el detrás de escena de los/as editores/as y su trabajo cotidiano.

Cecilia Oliveras en la presentación del libro «Entre Cortes: conversaciones con montajistas de Argentina». Fotografía: ​​Renzo Blanc

El cierre de la muestra tuvo como protagonista al realizador entrerriano Maximiliano Schonfeld, quien hizo una retrospectiva de sus trabajos y estrenó en Córdoba su última película La siesta del tigre.

Cecilia Oliveras y Lucrecia Matarozzo, integrantes del equipo que coordina Cortópolis, nos comentaron que esta es la segunda muestra de este tipo y creen que colabora al festival del año siguiente. “Nos mantiene activos como equipo y también mantiene la expectativa y la pantalla con contenidos de cortometraje. Muchos años atrás, antes de los largos pasaban cortos entonces a la gente no le resultaba extraño ver cortometrajes”.

Futuro incierto

Tanto del lado de los/as organizadores/as de los festivales de cortometrajes, como del lado de los/as cineastas y realizadores/as ven con preocupación el escenario actual del sector audiovisual.

Maximiliano Schonfeld en una charla con retrospectiva de sus cortos. Fotografías: Adrián Aldecoa Biloni

“Cortópolis integra una red de festivales nacionales que en los últimos años ha trabajado muy fuerte. Antes de 2003 existían muy pocos festivales, luego desde el INCAA se trabajó para crear una Dirección de Festivales Nacionales con el objetivo de generar nuevas pantallas, nuevos géneros, formar espectadores y para que haya festivales desde Ushuaia a La Quiaca. Sin ese apoyo no se podría haber logrado. Desde el año pasado empezaron a haber muchos recortes e información muy vaga. Es preocupante, ya que es muy difícil poder subsistir sin ese apoyo. En el caso de los cortos, que es un material fuera del circuito comercial, si no tenemos esa ayuda es muy difícil poder hacerlo”, indica Cecilia.

En la charla que Maximiliano Schonfeld mantuvo con estudiantes en el CePIA, el realizador comentaba que, en sus inicios, con poquísimos recursos había podido realizar sus cortos. Y contrastó esa experiencia con el presente que se vive en el ámbito de la producción cinematográfica: “Estamos en un momento sumamente complejo, casi histórico, retrocediendo 30 años con las nuevas resoluciones, sobre todo la 942 del INCAA. La idea del instituto es que se filmen menos películas por año. Sobre todo, quieren endurecer las políticas de acceso a los fondos de fomento. Es muy triste, sobre todo para los jóvenes que no van a tener la posibilidad de filmar su ópera prima o sus primeros cortos”.

“Si uno logra conectar un alma con otra es razón suficiente para hacer una película”

Maximiliano Schonfeld en diálogo con Un Rato. Fotografía: Gisela Cassettai

La tarde del seis de octubre nos tomamos Un Rato para conocer el trabajo de Maximiliano Schonfeld, oriundo de Crespo, Entre Ríos. Maximiliano estudió Cine y TV en la Facultad de Artes de la UNC y luego se graduó en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, en Buenos Aires.

Cualquiera que hubiese entrado a la charla que Schonfeld brindó en el CePIA, sin saber de qué se trataba, podría haber creído que estaba en una clase de antropología más que en una retrospectiva de un cineasta. Es que Maximiliano muestra en todas las etapas de sus producciones un profundo trabajo de campo -investigando el lugar, la gente y su cultura- y un completo cuidado de las personas que trabajan en sus filmes. “Yo paso por un proceso de decantación: mucho trabajo de observación de campo y lectura, dejo descansar a las imágenes y a los textos; y después de un tiempo hay algo ahí que se fija, que aparece. Esa imagen que se fija, es en lo que me centro. Yo creo mucho en ese proceso de decantación. No soy un cineasta inmediato, funciono casi por goteo”, explica.

Sus trabajos están marcados por un encuadre desde la sencillez, que muestra la vitalidad de los personajes al habitar espacios rodeados de una atmósfera extraña e inquietante. “Quizá hay que hacer un rodeo largo para llegar a cierta simpleza -dice el realizador-. Pero muchas veces la simpleza no se presenta de manera clara, uno tiene que escarbar mucho hasta que va encontrando eso que resume todo. Hay personas a las que se le presentan las ideas super claras y dicen ‘bueno, a partir de acá puedo desarrollar algo’. A mí se me aparecen imágenes, poemas, se van uniendo. Yo me dejo llevar, como arrastrar. Uno se tiene que dejar llevar hacia un lugar, sin imponerse. Sin imponer lo que uno cree que debería hacer. Si no lo que es. Es un poco budista, un poco zen la filosofía, pero sí, la simplicidad tiene que ser lo último. Antes uno puede ir divagando, pero ojalá la simpleza esté en todas las películas”.

A partir de estas reflexiones, Maximiliano expresa: “Le tengo un poco de miedo a cierta intelectualidad en el cine, a la inteligencia en el cine, a películas inteligentes o que te demanden cierta inteligencia. Me parece que la inteligencia está en poder conectar dos almas. Si uno logra conectar un alma con otra es razón suficiente para hacer una película”.

La siesta del tigre

Como cierre de la muestra Cortópolis, se estrenó en el Cine Club Municipal La siesta del tigre, la última película de Maximiliano Schonfeld, una producción que se ubica entre el documental y la ficción. El rodaje tiene como protagonistas a cuatro habitantes de Crespo, ciudad natal de Maximiliano. Este grupo de hombres se interna en la selva de Entre Ríos con la misión de descubrir algún colmillo o hueso del tigre dientes de sable -felino extinguido hace millones de años- con cuyos fósiles fantasean un futuro próspero.

Proyección de La Siesta del Tigre en la retrospectiva de los cortos de Schonfeld. Fotografía: Gisela Cassettai

El film tiene líneas de pensamiento más que diálogos estructurados, ciertos disparadores: cómo un animal elige un lugar para morir, la idea del destino, si uno puede de alguna forma elegir o modificar hacia dónde va la vida o si hay algo que está predestinado. Schonfeld quería que estas cuestiones estuviesen siempre latentes en las charlas de los personajes. Para él, cuenta, fue muy revelador escuchar a los actores que protagonizan el film decir fuera de cámara “esta película tiene que tener un poco de tristeza, alegría, entretener y, al mismo tiempo -lo decían con otras palabras-, hacer reflexionar”.

Maximiliano entiende que la película debía tener un anclaje en la amistad; porque si no, no se iba a poder sostener el grupo. “La amistad siempre es algo utópico y buscar un tigre dientes de sable en esas condiciones también. Esas dos cosas iban de la mano. Uno cuando filma tiene una especie de tesis inicial, después la película cobra su propia vida y te devuelve lo que quiere. Yo tengo mucho respeto por eso. En este caso nos devolvió la relación de cinco personas y el amor que había entre ellos, pero yo de antemano no sabía eso”, dice.

Sobre el final de la película el director cambia el registro hacia la idea de que uno se transforma sobre la base de lo que busca, no de lo que encuentra: “Cochirilo -el líder del grupo- busca un tigre dientes de sable y de alguna forma se va transformando en ese tigre. Empezamos a borronear los contornos del documental para inducir que entrábamos en el terreno de la ficción”.

*Licenciada en Comunicación Social, Facultad de Ciencias de la Comunicación, UNC.