Vivimos en un tiempo sin tiempo. Miles de noticias y posteos nos atrapan cada día en la red que cubre el ancho del mundo -la World Wide Web-. Dentro y fuera de la red, buscamos abrirnos paso en un espacio cada vez menos público, menos nuestro, menos de todos/as. La velocidad con la que todo pasa nos desespera, la urgencia nos domina, y nuestros límites, tan humanos, nos avergüenzan. Intentamos olvidar que somos frágiles, sensibles, imperfectos, que dependemos de otros, que tenemos un principio y un final. Entre tanto caos reinante, mejor seguir corriendo.
Cuando escribimos estas líneas, un cadáver ha aparecido en el río Chubut. Una familia ha permanecido ocho horas mirando el cuerpo para proteger la verdad, hasta que, después de 78 días del dónde está, pudo decir y decirnos: sí, es Santiago Maldonado, acá está, ya no está. El mensaje circula por las pantallas, y en algún lugar de nosotros/as, mientras lo compartimos entre la injusticia y el dolor, nos preguntamos: ¿hacia dónde corremos?
“La memoria tiene fuerza de gravedad, siempre nos atrae. Los que tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo presente, los que no la tienen no viven en ninguna parte”, dice el documentalista chileno Patricio Guzmán. Pero hoy no, hoy no hay tiempo para huellas del pasado: hoy vivimos en ninguna parte. Y para ir hacia alguna parte en la tiranía de los tiempos que corren es necesario un poco de quietud, permanencia, silencio. Tomarse un rato.
¿Qué es un rato? Los segundos que no corren cuando conversamos con una amiga en el bar del teatro San Martín. La eternidad que nos arrebata cuando sentimos el soplido de un gigante pintado en un mural de la ciudad de Alta Gracia. El instante en que los ojos marrones de un niño de Villa Libertador nos dijeron algo importante. La noche acumulada en el llanto que once mujeres cordobesas hacen sonar en una canción de amor.
Un rato es un momento incontable, improductivo, impagable. Un signo de interrogación en la cadena de montaje del progreso individual y colectivo. Un paréntesis para romper la línea del tiempo, o para descubrir que la línea no existe: que el camino está por hacerse.
Un rato es hacer lugar para que el arte diga los límites difusos entre ficción y realidad entre tantas posverdades. Un modo de ver que detiene el mundo. El mientras tanto en el que pasa la vida. Un encuentro para compartir cultura en medio de la agenda. Una pregunta y un silencio que permanecen. Y una nueva revista de la Facultad de Artes de la UNC alojada en la World Wide Web, pero que queda en Córdoba, Argentina y se recorre en un rato.