Los reformistas de 1918 dejaron como legado la idea de una universidad con una función social, enmarcada en un proyecto de país. Hoy, en un contexto donde las ideas conservadoras crecen y donde el mercado exige eficacia y productividad a todo conocimiento, se vuelve necesaria una alianza entre el campo artístico e intelectual que abra nuevas oportunidades para desarrollar proyectos alternativos en nuestra sociedad.
Por Mauro Alegret*
La Reforma Universitaria que aconteció en la ciudad de Córdoba en 1918 nos dejó uno de los legados más preciados. En aquella ocasión la Universidad Nacional se contemplaba dentro de un proyecto de país y de Nación incipientes y de características modernas, que tenía como objetivo cumplir un papel fundamental en el futuro de los argentinos. Los reformistas forjaron novedosas condiciones para la comunidad universitaria con sólidas consignas sociales, que no solo tuvieron implicancias dentro de la vida universitaria sino que resignificaron la funcionalidad de la universidad en la ciudad y más allá de sus fronteras, haciéndose eco en otros espacios educativos del país y del continente latinoamericano.
Ahora bien, nos encontramos actualmente en una coyuntura histórica donde el modelo de producción industrial se extiende como la única solución “real” para organizarnos socialmente. Un capitalismo que no ha dejado de reinventarse. Las consignas reformistas hoy sobresalen de manera llamativa por su pervivencia, por la vigencia que aún poseen. Pero también resultan extrañas dentro de un contexto social cordobés donde, al menos desde los números, se observa un conservadurismo poco solidario con las necesidades sociales más urgentes de la ciudad, del país y de la región. Esta particularidad no es menor, y creemos necesario traerla al contexto del capitalismo tardío y políticas culturales globales para repensar las condiciones de nuestra proyección política y de nación contemporáneas.
La Reforma del ´18 redefinió los valores de la institución universitaria: enfrentó el conservadurismo latinoamericano y se consolidó como un espacio educativo pleno de derechos, que convirtió a la Universidad Nacional de Córdoba en uno de los primeros espacios de inclusión social, modificando sus características de origen en favor de una educación social de carácter pública, gratuita e igualitaria. Las problemáticas planteadas en los albores del siglo XX siguen vigentes, aunque con otros matices que nos llevan a preguntarnos cómo actuar sobre el sistema social en el que hoy vivimos, qué hacer con la función social de la universidad y también de qué manera producimos arte desde allí.
La necesaria alianza entre arte y universidad
En este escenario, se naturaliza la tendencia a exigir parámetros de “eficacia” y “excelencia”, con un consecuente recorte presupuestario desde políticas institucionales, que conducen la producción académica y, sobre todo, la artística hacia la modificación de planes de estudios, perfiles laborales y de investigación sobre la base de necesidades exclusivamente productivas.
Estas políticas dificultan el tránsito por conocimientos alternativos y experiencias artísticas “improductivas”. El exdecano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Diego Tatián, pidió hace poco el “derecho a las humanidades”. Parafraseándolo, pedimos nuestro derecho a las artes, porque concebimos las prácticas artísticas como inutilidades indispensables que generan un conocimiento específico, improductivo en términos de mercado pero vitalmente necesario, porque explora no solo la condición humana sino la subjetividad colectiva de nuestra vida social.
Aceptando el legado reformista nos preguntamos por las posibilidades de generar alianzas entre el campo intelectual y el artístico que generen, a su vez, transformaciones sociales en función de las necesidades concretas de los ciudadanos. Recordamos que dicha alianza jugó un papel fundamental en la Reforma del ´18, y en los años ´60 cuando, producto de los lazos sociales entre ambos campos, se produjeron oportunidades concretas de agitación social que aproximaron a referentes del mundo estudiantil y trabajador en Córdoba, Argentina y América Latina. En estas experiencias surgieron propuestas que se alejaron de la razón productiva y concibieron al arte como una práctica social que podía acompañar los reclamos y urgencias, dándole una impronta colectiva y comunitaria al arte. En esta línea se crearon diferentes formas de producción artística, que supieron modificar tanto sus poéticas como lineamientos estéticos.
Creemos fervientemente que siempre hay oportunidades. Aún persiste la posibilidad de entrar en diálogo con nuestros deseos. Vivimos en un continente donde el tiempo único y lineal del libre mercado choca de frente contra nuestras temporalidades diversas y marcadas por acciones sociales donde conviven proyectos modernizadores con base en lo establecido con modalidades de convivencia comunitaria. La existencia prefabricada por la matriz capitalista se redefine en nuestra región, donde se descolonizan las formas tradicionalistas en que incorporamos los modos sociales imperantes. A su vez, habitamos en Córdoba, nuestra “ciudad de frontera” -como la describió el intelectual José Aricó- donde se acunan imágenes contrastantes entre lo tradicional y lo moderno, lo laico y lo clerical, lo conservador y lo revolucionario: una ciudad con más de 30 campanarios en el casco histórico de la ciudad que fueron testigos privilegiados de hechos históricos como el Cordobazo.
El legado de la Reforma nos posibilita practicar una mirada extrañada sobre los reclamos y la situación social actual. La condición fronteriza de Córdoba nos invita a una actitud insurgente, subversiva, desobediente, indisciplinada y revoltosa. De aquí que uno de los desafíos con los que lidiamos hoy sea encontrar las formas, las organizaciones y las expresiones donde la universidad y el campo artístico sean espacios reconciliadores.
La universidad y el campo artístico, con sus puentes tendidos hacia los demás sectores sociales, de manera solidaria, pueden traccionar múltiples proyectos alternativos, públicos e igualitarios, mediante estrategias que fisuren la reproducción social, creen otros modos de organización y de educación, y abran posibilidades de una emancipación de las prácticas y las representaciones, para no agrietar aún más los lazos sociales.
Conocé los principales hechos históricos y políticos sucedidos en el país, que sirvieron de antecedente y prepararon el camino para la Reforma de 1918, y su impacto en el sistema universitario nacional y latinoamericano a través de la Cronología de la gesta estudiantil realizada por UNCiencia.
*Doctor en Artes, docente de la Facultad de Artes de la UNC, actor y director de teatro.