Luciana Corigliano* y Lucía Maina Waisman**.
“La democracia sólo tiene sentido si defiende lo distinto”, dice el filósofo mexicano Luis Muñoz Oliveira, quien junto a los artistas cordobeses Manuel Molina y “El Negro” Valdivia participó de una charla organizada por la Facultad de Artes para debatir sobre la convivencia en la diversidad. La necesidad de pensar el sistema democrático más allá del ideal y en relación a problemas actuales como las desapariciones, el lugar que las redes sociales ocupan frente al espacio público y las posibilidades que abre el arte en este contexto son algunas de las reflexiones que los tres panelistas comparten en entrevista con Un Rato.
“La fragilidad del campamento: pensar la democracia y la convivencia en la diversidad” fue el título de la charla que se realizó en septiembre pasado en el Museo Evita del Palacio Ferreyra, y que forma parte de un proyecto impulsado este año por la Facultad de Artes de la UNC en el marco del Programa de Movilidad Académica de Grado en Artes (MAGA) de la Nación. El encuentro, coordinado por la docente y artista Cecilia Irazusta, permitió compartir ideas sobre los sentidos de la democracia y la convivencia, un debate que se vuelve urgente en un contexto donde la violencia, tanto a nivel institucional como a nivel social, crece día a día. Desde allí, las reflexiones de los panelistas Luis Muñoz Oliveira, doctor en Filosofía y profesor de la Universidad Autónoma de México (UNAM); Manuel Molina, artista visual, investigador y docente; y Jorge “el Negro” Valdivia, bailarín, productor cultural y uno de los organizadores del Encuentro de San Antonio abrieron nuevas preguntas y posibilidades para pensar(nos) en los tiempos que corren.
La charla estuvo inspirada especialmente en el libro de Muñoz Oliveira La fragilidad del campamento. Un ensayo sobre el papel de la tolerancia, el cual aborda dilemas centrales con los que nos chocamos en la vida cotidiana, hasta llegar a la pregunta sobre la democracia (o cuántas maneras hay de darse las propias normas). Allí, el autor discute acerca de la “falsa tolerancia”, basada en una concepción relativista que, a su juicio, afirma la aceptación acrítica de las diferencias aunque proclame respetarlas, y habilita actitudes de indiferencia. Actitud que se expresa en el famoso dicho “que hagan lo que quieran… mientras no se metan conmigo”, que tanto se escucha cuando alguien dice respetar, por poner ejemplo, el matrimonio igualitario. Frente a ello, el escritor entiende que una idea es respetable en cuanto debatible, es decir, discutible con argumentos, y a esto le llama “respeto activo”.
Este respeto activo se volvió visible incluso en el mismo marco de la charla realizada en el Palacio Ferreyra, donde luego de escuchar a los panelistas, un público diverso y marcado por diferencias sociales, culturales y generacionales pudo pasar de la confrontación al debate y escuchar nuevas miradas sobre lo que está pasando en nuestro país.
La aparición sin vida de Santiago Maldonado luego de casi 80 días de su desaparición forzada en medio de la persecusión ilegal de la Gendarmería y el hostigamiento continuo a las comunidades mapuches; los quince allanamientos realizados de manera simultánea por la policía provincial en locales de organizaciones sociales, partidos políticos y centros culturales de la ciudad de Córdoba en el marco de las protestas por gatillo fácil y, más recientemente, la detención de candidatos sin orden judicial el día de las elecciones legislativas en Mar del Plata son algunos de los hechos más alarmantes que vivimos en las últimas semanas. Hechos que señalan una creciente política represiva del Estado en todos sus niveles, y también una confrontación extrema en la sociedad argentina, atravesada a su vez por la desinformación que emana de los medios de comunicación. Algunos de estos temas sobrevolaron el encuentro, en una búsqueda por entender, escuchar y darnos respuestas colectivas a lo que está pasando en el país.
«Hay algo en el ideal democrático que necesita ser discutido»
En diálogo con Un Rato, luego de la charla, el escritor mexicano junto a los artistas cordobeses Manuel Molina y el Negro Valdivia aportaron nuevas ideas y miradas sobre el contexto social y político actual y contaron cuáles son sus búsquedas y sus persistencias para batallar contra la discriminación y la desigualdad.
En primer lugar, ¿qué desafíos implica en este contexto latinoamericano y mundial pensar en la convivencia en la diversidad, a partir de lo que está pasando en Argentina -que se trató mucho en este debate- y también lo que están sufriendo en México?
Luis Muñoz Oliveira: Lo que sigo sosteniendo es que la diversidad es un hecho: afortunadamente: las personas somos distintas, queremos cosas diferentes y eso es bueno que la democracia trate de defenderlo. Es más, la democracia sólo tiene sentido si defiende lo distinto. Una democracia en donde todos pensáramos lo mismo no sería democracia, si fuera así la tiramos a la basura y gobernamos de otra manera. Entonces, frente a eso, lo que necesitamos es más democracia, para no decir otra frase: lo que necesitamos es democracia verdadera. Necesitamos que las ideas que tenemos se lleven a la práctica y que no suceda lo que se denunció en la mesa, que es que tenemos una falsa democracia, una democracia fantasma. Las oligarquías gobiernan, los derechos no llegan a todos, la desigualdad se incrementa y entonces esos son los retos que tenemos que enfrentar: hay que agarrar el toro por los cuernos, ponerle nombre a las cosas y tratar de tener un mundo democrático, una democracia de verdad.
¿Cómo influyen en esta situación los avances tecnológicos y en particular las redes sociales?
LMO: Tengo una postura ambivalente, porque por un lado entiendo obviamente el poder que pueden tener las redes sociales para difundir ideas, pero por otro lado me parece que no suplantan el espacio público, porque no son públicas. Un día cualquiera el señor dueño de Facebook puede cerrarlo, o la red se cae en Argentina, y entonces toda la lucha que organizaste durante años ese día se acaba. Entonces, no podemos caer en la idea de que las redes sociales son los espacios públicos: son espacios privados que podemos usar para hacer política, pero también tenemos que reconquistar y (re)construir espacios públicos, vía la tecnología por supuesto. O sea no creo que tengamos que volver a las plazas, aunque no está mal también porque podemos intercambiar ideas cara a cara. Tenemos que descubrir, inventar formas de usar la tecnología para comunicarnos sin depender de las corporaciones.
Manuel, en la charla hacías algunas apreciaciones sobre la democracia y señalabas algunos contrapuntos con las dictaduras que hemos vivido y con los discursos que circulan hoy.
Manuel Molina: A mí me pasa, como ciudadano, que escucho una especie de argumento último en la discusión democrática actual, particularmente en Argentina, que es justamente lo contrario de la democracia, o sea, la dictadura. Es cierto, como me dijeron por ahí, que yo no viví la dictadura en carne propia pero sí estoy viviendo esa apelación permanente a que vivimos en una dictadura cuando en realidad estamos en plena democracia. Hay como una especie de invocación permanente de la dictadura que me parece que demuestra también la dificultad para el respeto a la diversidad y la tolerancia hacia la diferencia, incluso de la más absoluta. Me parece que ese es uno de los desafíos que estamos teniendo actualmente.
También señalabas que algunas de las cosas que están apareciendo ahora podrían hablar de los límites de la democracia…
MM: Planteaba una discusión con una serie de tradiciones estéticas en las que, por detrás, hay una suerte de defensa de la democracia a ciegas, y me parece que hay algo en el ideal democrático que necesita ser discutido justamente por cómo se realizan histórica y concretamente las democracias. Entonces me parece justamente que, en parte, la fragilidad del Estado democrático es porque o se la contrapone solamente con el totalitarismo, como si fuese absolutamente lo contrario, o queda siempre fuera de discusión. Por eso un poco mi interés en la charla era tratar de traer a discusión esa estructura idealista de la democracia en relación a problemas actuales, como las desapariciones.
Como artista, ¿qué consideras que puede aportar el arte en este momento político y social que estamos viviendo?
MM: Es súper difícil, charlando con un grupo de artistas decíamos que desde todos lados se nos pide a los artistas que cumplamos con un montón de fantasías y de ideales. Pero concretamente como productor, me reúno junto a otros artistas a ver nuestros trabajos de una manera horizontal, sin ningún tipo de burocracia, sin ningún tipo de financiamiento o inscripción institucional: nos dedicamos a girar por los talleres de cada uno y perdernos en lo que está haciendo el otro desde un lugar de escucha y mucho respeto y de ejercicio de la pregunta permanentemente. Más allá de las producciones individuales, colectivamente aprendí mucho, como dijo el Negro Valdivia, en relación a cómo sostener esos espacios; lo imaginamos como algo heroico, que nosotros podemos hacer hoy, como un ejercicio de resistencia, pero lo difícil es sostenerlo.
El campamento más grande del mundo: el Encuentro de San Antonio
En diciembre, desde hace más de 25 años, ocurre este compartir en las orillas del río en la localidad cordobesa de San Antonio de Arredondo, que tal como expresan sus impulsores en su página web “es una muestra de lo que la creación popular puede, de cómo la creación popular en comunidad -a pulmón y a fuerza de tiempo y maduración- atrae y (nos) mueve”. El espacio es autogestionado y gratuito; convoca a proponer y sostener talleres, charlas, muestras, espectáculos musicales y tambień a organizar colectivamente las diferentes tareas necesarias para que cada instancia del acampe funcione. Así, se constituye en un ejemplo de convivencia en la diversidad a través del arte que ha logrado sostenerse a lo largo del tiempo.
El Encuentro de San Antonio es una experiencia que trasciende las fronteras del/la artista o del arte. ¿Cómo ha crecido el encuentro y qué implica eso para un contexto como este, en el que nos está costando tanto encontrarnos?
Negro Valdivia: Difícil definirlo, pero es parte de la realidad. Es increíble porque estamos en un contexto bastante difícil y por ahí observo las confrontaciones políticas visibles en los medios, en Facebook, y después en el encuentro esas mismas personas conviven de otra manera. Por eso rescatamos la importancia que tiene este espacio, porque nos transforma. No sé cuál es el secreto para tratar de que eso se traslade a la vida cotidiana, creo que hay un proceso y un avance, que desde el arte siempre se ha construido y es una de las tantas formas de las luchas sociales.
Y además del arte, que puede permitir unir, contaste algunas cosas muy interesantes sobre la construcción colectiva y la autogestión que se sostiene desde hace años en el encuentro
NV: Sí, creo que eso tiene que ver con un proceso natural, no lo practicamos desde el principio, se fue generando producto de una necesidad o de ver de qué forma sostener todo eso que nos pasaba. El encuentro en sí ha sido muy frágil desde lo económico y lo hemos ido resolviendo desde ese lugar, desde la convivencia, la actividad comunitaria que ha ido surgiendo producto de la necesidad, y así se ha sostenido y se fortalece año tras año. De pronto ahora te encontrás con gente que te llama desde otros lugares y te pregunta: “¿qué necesitas, cables, lonas, ollas?, nosotros vamos y llevamos”, o gente que viene 15 días antes y se instala con la carpa a trabajar. Son cosas muy locas, porque es la misma gente a la que le cuesta generar en su lugar de origen un espacio común donde se pueda charlar, debatir. Muchas veces se ha propuesto girar el Encuentro de San Antonio a otro lugares y no ha prosperado. No es tan fácil, hay algo mágico, hay un código, constancia, perseverancia.
Sobre los orígenes y el crecimiento del encuentro, el Negro nos cuenta: “Comienza en diciembre del ´91, donde habremos sido 100 personas, una multitud para el pueblito, pero nunca pensamos en lo que se iba a transformar. Hoy 800 carpas están instaladas durante cuatro días y después hay una masa de gente que va y viene durante el día y la noche, llegan unos 500 autos; pero no sé hablar de números, nunca quisimos pensarlo en esos términos. El crecimiento es impresionante y por suerte no han variado las características: el predio se mantiene igual, convivimos igual, y la demanda de propuestas artísticas crece”.
*Licenciada en Comunicación Social, Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC y trabajadora de la Facultad de Artes, UNC.
**Licenciada en Comunicación Social, Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC. Magíster en Comunicación, Periodismo y Humanidades. Prosecretaria de Comunicación Institucional de la Facultad de Artes UNC.