Por Agustín Berti*
El éxito de la serie La chica que limpia no solo habla de los méritos de esta producción, sino también de las posibilidades que se abren para las producciones locales con la expansión del consumo audiovisual en Internet. Antes de su demorado estreno en el sitio web Cine.ar, este policial debió enfrentar las vicisitudes de las políticas culturales en nuestro país.
Hacia mediados del año pasado se produjo en Cine.ar el demorado estreno deLa historia de Rosa (Antonella Costa), empleada de una empresa de limpieza que se hace un nombre en el bajo mundo de Córdoba a fuerza de su don particular para eliminar cualquier rastro acusatorio en las escenas del crimen, replica de algún modo el camino tortuoso que llevó a La chica que limpia a consagrarse como la serie más vista en Cine.ar. Es, muy probablemente, la serie cordobesa más vista de la historia; al menos hasta que otra propuesta local logre dar el batacazo.
El contexto de dificultades para la producción audiovisual local hace que la repercusión de la serie exceda los méritos de su factura audiovisual, y termine por convertirla en un caso testigo local del cambio que está sucediendo a nivel global.
Sería un reduccionismo oponer el cine a la televisión en un momento en el que otras pantallas y tiempos de consumo hacen vacilar los lugares prototípicos para ver ficciones: la sala de cine y la mesa familiar. Para muchos, el cine es el arte por excelencia del siglo XX. Pero la televisión, relegada por décadas al terreno del entretenimiento y la información, tuvo una época dorada entre finales de los 90 y comienzos del 2000. En aquel momento las series comenzaron a instalarse como una de las formas de ficción audiovisual predilectas del público y reemplazaron a los estrenos de cartelera como tema de conversación del público no cinéfilo. Poco después de ese reverdecer de la pantalla chica, en nuestro país se desarrollaron políticas que permitieron una relativa federalización de la producción audiovisual.
En ese caldo de cultivo propicio, compartiendo equipos técnicos y elencos con el boom del llamado “Nuevo Cine Cordobés” -con la película De Caravana a la cabeza-, se produjeron en nuestra provincia varias series documentales y de ficción. Con presupuestos acotados y buenas ideas, aunque con suerte y resultados dispares, esas primeras series sentaron las bases para una nueva etapa.
La era digital
La chica… es, acaso, el mejor exponente del periodo que encontró en el streaming un vehículo de difusión óptimo para darse a conocer: trece episodios de veintipocos minutos, rodados en locaciones de la capital provincial y las sierras, con un verdadero seleccionado de actores y actrices cordobesxs y música de bandas también locales, para una ficción que, con todo, nunca exacerba la tonada for export.
La historia que llevó La chica… a la pantalla no está al margen de las vicisitudes de las políticas culturales de nuestro país. Producida con fondos del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) durante la gestión anterior, el cambio de gobierno encontró a los realizadores sin pantalla para estrenar la serie, y esta circuló primero en plataformas digitales en Inglaterra y Estados Unidos. Luego de una buena recepción en el extranjero, desembarcó en Cine.ar (antes Odeón), la plataforma de video a demanda pública creada por el INCAA y la empresa estatal satelital argentina ArSat, donde batió records de audiencia.
Con la repercusión, llegó el reconocimiento en la legislatura provincial y su inclusión en la grilla delcanal universitario. La serie había sido producida durante otra gestión de gobierno y con programas de fomento hoy demonizados desde los grandes medios, pero la demora en su estrenó la terminó salvando del ostracismo catódico.
El cambio de hábitos propiciado por la expansión del acceso a Internet y la naturalización del consumo de video a demanda en celulares, computadoras y televisores inteligentes hicieron que La chica… llegara justo a tiempo y no quedara atrapada en un limbo virtual, como sucedió con las series cordobesas que la precedieron. Después de estrenos fugaces en Canal 10, producciones como La purga, Campesinos, Las otras Ponce y Edén quedaron alojadas en la plataforma de contenidos digitales abiertos CDA, hoy dada de baja. Como sucede con Rosa, la protagonista de la serie, hicieron falta algunos imprevistos, varias desventuras y algún que otro golpe de suerte para que la chica pudiera contar su historia.
La fórmula del éxito: un buen guión
A diferencia de lo mejor del cine contemporáneo, que prescinde de las fórmulas, las series más interesantes suelen partir de esquemas fuertemente identificados con los géneros clásicos. El auge de la serie como formato implica una primacía del guión por sobre otros aspectos más explorados por el arte cinematográfico. La chica… no escapa a este dictado. Asumiendo esa premisa, Lucas Combina, Greta Molas e Irene Gissara se focalizan en los giros de la trama, amparándose en la tradición del policial norteamericano para contar una historia que no reniega de haber sido filmada en Córdoba, pero que bien podría transcurrir en cualquier ciudad del mundo.
Una dupla despareja, el policía desencantado Sandro (Martín Rena) y su atildado subalterno Gutiérrez (Marcelo Arbach), son el contrapunto de Chico Pérez (Pablo Tolosa), un criminal cuya presencia atemorizante se retacea al máximo en los primeros episodios. Al medio está la figura incómoda de Rosa, forzada a aceptar los trabajos de limpieza de evidencias de crímenes para poder afrontar los problemas de salud de su hijo. Esa galería de personajes se completa con la médica forense encarnada por Eva Bianco, el chofer del taxi que lleva a Rosa a los trabajos (Hernán Sevilla), Grandote (Juan de Battisti) y Petiso (Jorge Monteagudo), laderos de Chico, e incluso algún cameo del propio Combina como barman, en un guiño a otro cultor del policial, Alfred Hitchcock.
Más allá de esta dependencia fuerte del guión, los pasajes más originales de la serie son aquellos momentos cercanos al videoclip, cuando Rosa debe limpiar alguna “escena del crimen”, y que constituyen el verdadero leitmotiv de La chica….
El año pasado fue un año bisagra, en el que la producción de ficciones audiovisuales argentinas adoptó el paradigma contemporáneo de producciones cortas más ambiciosas, dejando así de lado la tira diaria y apuntando a la internacionalización, como lo prueban El marginal y Un gallo para Esculapio, entre otras. Mucho más modesta y aún con detalles por seguir puliendo –en especial en las escenas de acción-, La chica… logró colarse en ese ámbito. Que haya rumores de una segunda temporada es, por lo pronto, una buena noticia.
*Docente del Departamento de Cine y TV de la Facultad de Artes UNC e Investigador de CONICET. Doctor en Letras por la UNC. Investiga los cambios introducidos por la digitalización en la literatura, el cine y las artes audiovisuales.