En el Museo Genaro Pérez se presenta Lo que se hace por amor, una muestra que pone en tensión el lugar de la mujer en el arte en general y dentro del propio museo. La propuesta incluye actividades que van desde improvisaciones en danza y proyecciones de películas, hasta un taller de defensa personal para trans, travas, tortas y mujeres. Pablo González Padilla propone algunas digresiones, disparadas por la muestra, para “agitar” el sentido común.
Por Pablo González Padilla*
1°
El Museo Genaro Pérez se ha planteado cambios. No solo en el sentido acostumbrado de renovar obras de exposición, tarea habitual, sino, de modo más radical, en lo que podríamos nombrar como una política de las maneras de habitar el espacio.
Lo primero que se percibe es la intención de avanzar más allá de la idea de espacio de contemplación y permitirse, en esta ocasión y en el marco de la muestra, la acción de los cuerpos. La muestra propone un taller de autodefensa para trans, travas, tortas y mujeres denominado “Una declaración de guerra”. Ahora los cuerpos, en el museo, aunque por una única vez, se agarran, se abrazan, “chivan”.
Este gesto institucional no es menor.
Los museos, las instituciones públicas, atadas a objetivos exitistas de gestión del/la funcionarix de turno, en general, operan como lugares de reaseguro del sentido común, atemperando la experiencia reflexiva, morigerando la incomodidad de lxs visitantes.
2º
Eugenia González Mussano, curadora de la propuesta, señala que forma parte del sentido común la convicción de que lo que se hace por amor, y, en particular por amor al arte, no se hace por dinero.
En el texto de presentación, Mussano endurece la mirada sobre la valoración del hacer a partir de la renta monetaria y refiere a la condena que hay sobre el trabajo de la puta al cobrar por aquello que solo se mira bien si se hace desde el amor.
Inmerso todo, el pensar y el hacer, en la lógica del capital, lo que del amor provenga no se mancha con dinero.
3°
Históricamente, cuesta pensar el trabajo de las mujeres como producción que pudiera entrar a la esfera de lo cotizable. La docencia a cargo de maestras es sacerdocio, y ni que hablar del trabajo de la “ama de casa”. Ellas lo hacen por amor.
Largas luchas en el campo político hicieron que esta demacrada y esquemática ecuación haya sido herida de muerte.
4°
A partir del montaje realizado, en una de las tres salas de la instalación nos encontramos con cuadros de autoría de mujeres contra la pared, ocultando la pintura, y solo a la luz de la proyección de un porcentaje: 12,4 por ciento, evidencia grosera que delata la diferencia cuantitativa de obras de mujeres que posee la colección del Museo.
En la sala contigua, la pared está cubierta ordenadamente con hojas que tienen inscriptos los nombres de lxs artistas de la colección. Aquí la prueba de la inequidad está dada por la visibilidad del contraste entre los papeles blancos, artistas varones, y los celestes, artistas mujeres.
En estas dos salas reconocemos un gesto de actualización del proyecto Guerrilla Girls, artistas activistas feministas de la década de los 80, de Nueva York, que “incomodaban” con la pregunta-denuncia de si las mujeres tienen que estar desnudas para entrar a los museos (Do women have to be naked to get into the Met. Museum?). Y también una expresión concreta de Nosotras Proponemos la propuesta nacida en 2017 como un compromiso de práctica artística feminista elaborado por artistas, curadoras, investigadoras, escritoras, galeristas, trabajadoras del arte para “crear conciencia sobre las formas patriarcales que, como una membrana invisible, moldean el ejercicio del poder en el mundo del arte”.
5°
Pero la fuerte diferencia de Lo que se hace por amor es que no solo disputa un cupo femenino en una institución del mundo del arte, sino que viene por lo binario del sentido común. Y esto hace que de la denuncia de lo femenino ninguneado, en el marco de una ética pública generalizada, se convierta en “la yegua” de Troya de la propuesta, recordando a la gran Maite Amaya, militante piquetera, trans y feminista, cordobesa.
Parece escucharse, también, un “venimos por lo que no encaja en este hasta aquí mezquino puzle de los cuerpos”; por la otredad que en verdad me pone en un afuera de las certezas y propone una hospitalidad, una acogida siempre en conflicto, pero, en lo posible, sin reserva ni cálculo, una exposición sin límite al arribante, parafraseando a Derrida.
Artistas mujeres, lesbianas y trans son “nombradas” en violento rojo sobre el blando pero contundente “muro” de fieltro que ocupa la tercer sala a cargo de la artista Julia Levstein.
Archivo con nombres nombrados por otrxs. La pregunta que funda conciencia.
6°
Hay en la colección del museo, ahora fuera de exhibición, dos retratos de Genaro Pérez, quien se destacó en este género, que se encontraban en la sala de planta baja. Eran los retratos de un Señor y una Señora. Las figuras se encuentran sentadas, al costado de una pequeña mesa con cortinado recogido de fondo. La diferencia: en la mesa del retrato del Sr. encontramos libros, en la de la Sra. un florero con flores. Para que nadie se confunda por muchos años.
Pero ahora el Museo, de larga tradición académica moderna, está siendo agitado.
Bienvenido sea.
LO QUE SE HACE POR AMOR
Curadora: Eugenia González Mussano
Asistentes: Aylén Bartolino Luna y Victoria Gatica
Artistas: Julia Levstein, Fernanda Leunda y Celeste Onaindia, Danilo, Florencia Mainetti, Nina Kovensky
Visitas a la muestra: Hasta el 6 de mayo en el Museo Genaro Pérez
*Docente de la Licenciatura en Artes Visuales de la Facultad de Artes UNC y de la escuela Nueva Juan Mantovani, secundario. Coordinador e impulsor de diversos proyectos artísticos y de extensión en el penal San Martín y la Cárcel de Bouwer y de distintos espacios colectivos de dibujo.