Disputar el poder, reivindicar el placer

Por Nicolás Aravena*

 

En los últimos años, en Córdoba, ha ganado notoriedad el Festival El Deleite de los Cuerpos. Un espacio de disidencia sexual que cada año reúne, durante todo el mes de noviembre, propuestas que van desde obras de teatro, talleres de posporno, charlas sobre temáticas marginales, recitales de poesía y fiestas, hasta actividades para niños. Beto Canseco, una de sus organizadoras, nos cuenta sobre esta experiencia y las reflexiones que dispara en torno a la obligatoriedad heterosexual, la articulación con diferentes movimientos sociales y la importancia de sacar el placer a la calle.

Estamos en los últimos días de noviembre del 2017 y al Festival El Deleite de los Cuerpos aún le quedan actividades por desarrollar. Se trata de un encuentro cultural interdisciplinar que se viene realizando en la provincia hace ya siete años, en donde confluyen las disidencias sexuales, el feminismo y las marginalidades sociales. El festival alberga algunas obras de teatro como Putito o Sin hostilidad, así como recitales poéticos de Sussy Shock o el encuentro de colectivos artísticos como el grupo Las Grasas Trans, que están fuera del radar heteronormativo.

Beto Canseco forma parte de la organización del festival desde sus inicios. Fotografía: Nicolás Aravena.

Me reúno en pleno centro de la ciudad con Beto, quien forma parte nuclear de la organización del festival desde sus comienzos. Nos sentamos tranquilamente en los banquillos de una plaza y damos rienda suelta a una charla que va sobredeseo, feminismo, disidencia y otras yerbas. Lo primero que le pregunto a Beto es cómo definiría al festival El Deleite: “Una excusa para encontrarnos, para contar nuestros relatos”, me dice muy seguro, y explica que el proyecto nació en 2010 en el Festival de Teatro Carlos Jáuregui, que se hizo en Tucumán. “Ahí varias artistas nos encontramos y nos percatamos de que había muchas diferencias en las representaciones artísticas y estéticas cuando la narración la hacía alguien desde el colectivo LGTBQ, de cuando la hacía un o una hétero, que siempre suele ser desde un tono más victimista o incluso burlesco. A partir de ese momento, gente de Tucumán, Buenos Aires, Jujuy y Córdoba empezamos a construir afinidad y soñar un espacio en donde se pudiesen desplegar estos relatos de vida, los nuestros, y ver qué surge con esa potencia”.

El festival se articula como una expresión de aquellas marginalidades que a diario se invisibilizan en el cotidiano: gordos, travas, tortas, putos… Para Beto se trata de construir redes de afecto que vayan generando más instancias de encuentro, dándole sentido a aquella consigna de la disidencia que dice: “Queremos ser deseadxs”. Desde ese lado, el festival tiene una apuesta artística atravesada por la militancia. Sus actividades, aclaran sus organizadorxs, son políticas.

“Estamos disputando poder, poniendo en cuestión las representaciones hegemónicas de los cuerpos y los placeres y de nuestras vidas. Esa es la principal apuesta del deleite. En ese sentido, claramente el festival es feminista, busca ser un espacio de disidencia sexual, de discusión respecto a lo que es esta política identitaria de ‘estancos’, es decir, en donde están los gay, donde están las lesbianas, los trans… cada unx en su lugar.

La poeta, actriz y cantante Susy Shock se hizo presente durante el festival con un concierto y la presentación de su libro “Hojarascas”. Fotografía: Colectivo Manifiesto.

No, nosotras queremos hacer otra cosa por mixturar ese tipo de políticas y pensar también otros modos de vivirlas. Siempre desde nosotras mismas, desde la singularidad, no intentando representar a nadie sino contando estos relatos que son singulares. Políticamente posicionándonos como una instancia anti-capitalista, feminista y disidente”.

En la grilla de actividades del Deleite se pueden encontrar obras de teatro que dan cuenta de esta idea del relato personal que explica Beto, impregnadas con la máxima del feminismo “lo personal es político”. Para Beto, es esencial hacer carne esta idea. Al hablar, lo primero que me llama la atención es que se refiere a su persona en femenino: es algo que Beto busca generar a modo de micro-revolución. “Se trata de poner en cuestión algo tan simple como la forma en que me denomino, eso también es decir que se puede hacer otra cosa con mi vida, con mi nombre. Creo que ahí se va disputando micro políticamente una resistencia a estos sistemas que nos están oprimiendo”, explica. Y agrega: “A veces he hablado de millones de cosas que no tenían relación con nada y el solo hecho de hablarme en femenino les produce un montón de ruido a los y las que me escuchan, porque no es lo que se esperan por el cuerpo que habito. Me parece que eso es lo interesante de atacar, porque la inteligibilidad tal como se da es heterosexual, entonces abrir una pregunta es justamente poner en cuestión esa matriz”.

Unipersonal protagonizado por Pablo Huespe se presentó en el teatro La Calle en el marco del Deleite. Fotografía: Rodrigo Brunelli.

En ese sentido, ¿cómo sentís que es la recepción del festival en gente que está totalmente inscripta en el régimen heterosexual?
— Nos ha pasado cuando articulamos con algunos espacios, más que nada en años anteriores, cuando íbamos creciendo con el festival, que les llevábamos una propuesta -por ejemplo, de una trava que tenía una obra de teatro- y algunos espacios lo recibían bien, pero en otros se atajaban y empezaban a aparecer distintos lugares transfobicos y homofóbicos. Ahí el grupo tenía que llevar a cabo ciertos procesos de militancia para que dentro del espacio se generaran preguntas. Y la pregunta al heterosexual es simple “¿Por qué soy heterosexual?”. Ningún hétero se la suele hacer.

En muchas obras que el Deleite ha presentado hay héteros que se han terminado cuestionado su sexualidad y han dejado de serlo, pero en otros casos nos han dicho cosas como: “Bueno, pero no hace falta que digas que sos gay”. ¡Y sí, sí hace falta decirlo! porque la heterosexualidad obligatoria hace que desaparezcamos; si no nos nombramos, no existimos. Nos han interpelado desde esos lugares, se nota que no les ha gustado que alguna vez en la vida no se esté hablando de ellos, y es que el mundo está diseñado para los y las heterosexuales y en todas las narraciones siempre se habla de ellos. Entonces, que una vez no sea así… bueno, aguantate querido. Digo, es eso también el Deleite: un espacio nuestro, un espacio en donde podamos hablar nosotras, de nosotras, con nosotras; y quienes nos quieran acompañar tienen que ponerse en un lugar de saberse minoría por alguna vez en la vida.

Presumo que son las mujeres heterosexuales las que reciben mejor el mensaje.
— Puede ser. Creo que la trayectoria dentro de un activismo hace que mujeres heterosexuales feministas se acerquen y se sientan parte del Deleite, aunque siempre pueden existir algunas resistencias. Ciertamente los varones heterosexuales, que son los que más privilegios tienen en este mundo, es más difícil que se acerquen con tanta receptividad, pero algunos lo logran. Hay preguntas que se abren y otras cosas que se abren también. (Risas).

¿Cómo ves que compañías como Coca Cola, por ejemplo, auspicien marchas por la diversidad en Barcelona? ¿O cuando partidos políticos dan espacio a ciertas disidencias? ¿Se ven en un futuro auspiciados por algo así?
— No, para nada. De hecho, siempre intentamos que el festival sea autogestivo, eso nos da cierta independencia para hacer lo que queremos porque cuando se mete el capital, el Estado, los partidos, te ponen una agenda que es la de ellos y no les importa tu vida, tu existencia, el placer; ellos quieren vender o tener más gente o lavarse la cara, el “pinkwashing”. Si vos pones en crítica todos los sistemas que se están articulando para que nuestros cuerpos estén ahí en situación de opresión, no va a caer nada. No se puede simplificar la situación en un único vector de poder: El capitalismo es patriarcal y heterosexista, y la heterosexualidad es capitalista y es patriarcal, y así. La idea es seguir complejizando cómo leemos la realidad y cómo la disputamos para que sea otra cosa, aunando otras luchas y otros espacios.

“Sin hostilidad. Teatro de microfeminismos” fue una de las propuestas que puso en escena reflexiones sobre la situación de la mujer en el contexto actual. Fotografía: Mario Mejía.

Este año, por ejemplo, en el festival tuvimos una jornada antirrepresiva, anticarcelaria, también tenemos muchas veces actividades en los barrios en donde nos encontramos con una realidad distinta de la del centro, la de la periferia, donde hay muchos niños y niñas, por eso solemos llevar “El Deleite de los Cuerpitos”. Básicamente, se trata de llevar nuestro feminismo, nuestras reflexiones sobre la disidencia sexual a otros espacios y en articulación con otras luchas que al final son las mismas luchas, porque después en la calle nos encontramos todas. Por ejemplo, la Marcha de la Gorra es parte de la agenda del Deleite porque somos los cuerpos activistas que estamos todo el año intentando disputar con el Estado, con el patriarcado, y al final somos los mismos cuerpos que sufren la represión policial.

¿Cómo es eso de “El Deleite de los Cuerpitos”?
— Es una actividad que se viene haciendo desde hace como tres años. Como te decía, generalmente la hacemos en los barrios porque en los centros culturales, los centros de salud, los centros vecinales de los barrios de la periferia de Córdoba hay mucha presencia de niños y niñas. Se trata de niños y niñas que se abren a otras perspectivas a través del juego. Este año llevamos una obra de teatro que se llama Pequeñísima de la Chancleta Teatro y una animación de cuentos por Virginia Peña. La idea es llevar estas actividades lúdicas que a los niños les gustan y que les permiten abrir otras sensibilidades, pensarse desde una libertad y abrazar eso que ya está naciendo y germinando en esos cuerpitos. Tenemos esperanza en ofrecerles otros relatos que no sean “el rosa para las nenas y el azul para los nenes”.

Finalmente, ¿sentís que el festival es un espacio de crítica social, o de amor? ¿Y qué amor, en todo caso?
— Es un espacio de crítica social y también de amorosidad. Yo tengo problemas con la palabra “amor”; pero me parece que sí, que podemos pensar un amor de complicidades, de afectos, de ternura, de deseo. Un espacio donde podamos construir redes afectivas donde nos sostengamos, porque la revolución no se hace en un día, no es solamente cuando explota la ciudad, para que eso pase se tuvieron que construir redes. Si hablamos de amorosidad en ese sentido, entonces sí, es la complicidad que se va construyendo en esas redes y que las hacemos a través del arte, de nuestras militancias, de nuestros abrazos, de nuestros placeres, de encontrarnos cuerpo con cuerpo. De eso se trata el Deleite, porque en todos los espacios políticos de izquierda o derecha, incluso en la disidencia, a veces, solemos volver a los lugares afectivo-dolorosos, que son parte de nuestra existencia y obviamente no los vamos a obviar. Pero muchas veces nos olvidamos de que hay placer, de que hay deleite y eso hay que reafirmarlo, reinvindicarlo, sacarlo a la calle y politizarlo.

La sexualidad virtual, la culpa, el desborde, la animalidad, el amor, el placer son algunos de los temas que aborda la obra Sucio, parte de la programación 2017 del festival.

*Estudiante del Departamento de Cine, Facultad de Artes, UNC.