Diez años de teatro y poesía para habitar los muros del horror
El ciclo Escena y Memoria, impulsado por un gran colectivo de artistas junto con el equipo del Archivo Provincial de la Memoria, cumplió diez años llevando el arte a espacios marcados por el Terrorismo de Estado en Córdoba. Su ideador, el director y dramaturgo Jorge Villegas, junto a Laura Ortiz, del dúo Las Pérez Correa y el grupo independiente Tres Tigres Teatro nos cuentan cómo se construyó y cómo se trabaja para generar y sostener esta propuesta cultural de crítica y reflexión colectiva.
Por Verónica Carpintero*
“El artista no tiene modo alguno de evadirse de su época, ya que es su única oportunidad”
– Oswaldo Guayasamin (pintor y muralista ecuatoriano)
En marzo de 2007, fruto de un largo proceso impulsado por movimientos y organismos de Derechos Humanos, el entonces presidente Néstor Kirchner anunciaba que el campo y las instalaciones del centro clandestino de detención La Perla serían puestos a disposición de la Comisión Provincial de la Memoria, para montar allí un «espacio de la memoria». Ese fue el disparador para que Jorge Villegas, dramaturgo y director cordobés, convocara a colegas y propusiera a los miembros del Archivo Provincial de la Memoria (APM) la creación del ciclo Escena y Memoria: “El traspaso de esos espacios de represión a los organismos de DDHH y la reanudación de los juicios a los genocidas, abrían una expectativa histórica y me pareció que el teatro debía acompañar esa instancia. Con miembros del APM y colegas de la actividad fuimos una tarde calurosa de febrero del 2009 a La Perla y nos comprometimos a hacer una escena ad hoc de diez o quince minutos cada uno y mostrarlas juntas. Así nació el ciclo donde los teatristas acompañarían estas pequeñas grandes gestas llevando teatro y poesía a los flamantes espacios para resignificarlos”.
Desde su nacimiento hasta hoy, el ciclo ha congregado cientos de presentaciones y actividades de teatro, cine, literatura, poesía y artes visuales que permitieron habitar desde la cultura y la sensibilidad los espacios de memoria de Córdoba y aportar nuevas reflexiones sobre el Terrorismo de Estado que empezó en 1976. “Pasaron volando”, dice Villegas sobre los diez años de Escena y Memoria que se celebraron durante la semana del último 24 de marzo: “Me acuerdo de los primeros y lo que costaba instalar el ejercicio del dúo teatro y política, porque muchos creían y lo decían, que simplemente era ‘una moda’. El tiempo hizo que cada vez más gente joven se apropiara del evento. Se fue comprendiendo que cruzar lo poético con el testimonio brutal de esos muros es un ejercicio cívico enorme, una batalla que se da en el plano de lo estético. Y todo combate, cualquiera sea su campo elíseo, es un combate político”, reflexiona.
Inicialmente la planificación y el armado del evento estaba en manos del grupo Zéppelin Teatro y el equipo del APM. En la actualidad, son aproximadamente veinte personas entre los distintos grupos que lo conforman. En esta experiencia colectiva interviene la actriz Laura Ortiz, del dúo Las Pérez Correa: “Aunque he participado varias veces, es la primera vez que me involucro tan a pleno en el armado del ciclo. Nos juntamos semanalmente durante un mes para pensar y diagramar colectivamente el Escena y Memoria”, cuenta. Y agrega: “Este año, con motivo de los 10 años del ciclo, se realizó un video que nos llevó a estar ocho horas trabajando con la más amorosa de las alegrías, poniendo cuerpo y corazón en cada rincón del Archivo Provincial de la Memoria. Se filmaron escenas en las distintas salas, en el techo, caminamos por esos pasillos estrechos cantando coplas y terminamos bailando en el patio, bajo los focos que representan cada nieto y nieta recuperadx. ¿Por qué lo hacemos? Por amor, por la certeza de que el amor y la memoria son los motores que ponen en movimiento la escritura de otra realidad”.
Memoria, teatro y política
La memoria está activa siempre, es parte de nuestro día a día, nos permite trabajar sobre lo que ya pasó y darle un nuevo sentido en el momento presente. Para Maurice Halbwachs, sociólogo francés, la memoria es individual pero a la vez es una construcción colectiva. Así lo siente Villegas en cada edición del ciclo: “Percibo una necesidad de juntarse con colegas que trabajan políticamente el campo de lo escénico y también una necesidad de participar de hechos honestos, colectivos verdaderos, y allí radica la continuidad de Escena y Memoria; no es de nadie, es de los que lo hacen y punto”.
Para Laura este espacio no es solo de reflexión y memoria sino también de encuentro con su historia: “En mi familia hay una experiencia de este dolor, mi tía Vilma fue asesinada en el ‘76. El Archivo Provincial de la Memoria fue el primer lugar al que mi abuelo fue a buscar información. Él con 95 años aún se acerca a este espacio para acompañar el ciclo. El año pasado hicimos la obra “El limonero” de Eugenia Hadandoniu en donde actuó también mi hija. Mi abuelo fue a esa función. En un momento de la obra, mientras yo hablo de mi tía, mi hija reparte fotos del día de mi nacimiento en donde mi tía me tiene en sus brazos. Hay una foto que capta el momento en que Martina le entrega a mi abuelo la foto. Es un acto poético, simbólicamente muy fuerte. La reunión de todos estos elementos en ese espacio, 40 años después del horror, nos permite encontramos y llevar un poco de luz. Me siento atravesada en lo personal y mi mirada artística, por lo tanto, se funda aquí, en lo personal”.
La actividad performativa aparece, así, como un espacio de reflexión y aprendizaje alternativo a los lugares tradicionales del pensar. Así se pone de manifiesto la relevancia del teatro como depósito de la memoria, con su potencialidad para restaurar esa gramática orgánica del pasado que no cabe dentro de las palabras, tal como señala el dramaturgo y actor argentino Rafael Spregeldburd.
“Siempre que una función comienza el mundo comienza. Todo empieza de nuevo. Entonces sí aparecen visiones que desde lo político deben dar batalla contra los ‘grands recits’ de la historia, y allí dar una ‘opinión’ tanto en lo procedimental como en los contenidos -solo con los contenidos no alcanza- de los acontecimientos del mundo. Una versión llena de una ética que moldea una subjetividad que tiene que tener sus prácticas colectivas para crecer, ciclos como Escena y Memoria son un cuenco para ello”, dice Villegas.
El dramaturgo cordobés cree en “lo micropolítico, en aquellas reuniones donde no está la estructura de las urgencias del poder y donde no hay poderosos sino ciudadanos-artistas dispuestos a escucharse, discutir, poner en marcha algo entre muchos; sin jefes ni órdenes, esa es la victoria”. “Las funciones están atravesadas por la emotividad, difícil ser el mismo al menos por un rato. Hay una posibilidad de conectar la memoria personal con la histórica”, agrega
Para Laura Ortiz, el ciclo es un espacio de militancia “donde cada artista se acerca desde su inquietud, por su propia convicción de estar, de ser parte; porque entendemos que también estos son tiempos que pretenden avasallarnos, desprestigiarnos. Entonces es fundamental ocupar los espacios, visitar y habitar los sitios, insistir y persistir. Escena y Memoria permite que se resignifiquen los espacios, se hacen presentes las voces, esos muros que fueron testigos del horror lo son también del abrazo, de la poesía. Es una rebeldía amorosa”.
Generar el encuentro y celebrarlo
«Es por eso que otros me incitan a evocar algo, porque su memoria viene en ayuda de la mía, que encuentra apoyo en ellos», explicaHalbwachs. Este lugar de lo común que implica la memoria se manifiesta en las miradas y experiencias de Tres Tigres Teatro, otro de los grupo independientes que trabaja en el espacio multidisciplinario de Escena y Memoria, conformado por María Nella Ferrez, Carolina Vaca Narvaja, Delia Perotti y Jorge Fernández Goncálvez.
Apoyadas en una elección ideológica estética, muchas de sus obras abordan la memoria y la identidad. “Buscamos mantener un trabajo teatral apoyado en temáticas e historias relacionadas con la realidad de la gente y lugares donde vivimos. Porque creemos importante buscar, encontrar, reconocer y renovar nuestra realidad e identidad, y como parte de ellas las formas de nuestro teatro”, cuentan.
Tomar temas de la sociedad y devolverlos a su propio entorno -la plaza, la escuela, el club-, para que estén al alcance de quienes no pueden acceder a los sitios convencionales de teatro, es una decisión fundacional del grupo. “Lo que queremos generar es un espacio de ‘encuentro’ y desde allí que pueda propiciarse, habilitarse la reflexión, la emoción, la diversión, la sorpresa. Movilizar no solo las cabezas, sino también los corazones y los cuerpos de todas las edades”, remarca Jorge Fernández Goncálvez.
Para Tres Tigres Teatro el momento único que se genera en cada obra es una construcción colectiva, no existe el público separado de los artistas: “Cada obra, cada tema elegido, cada recurso, cada frase está pensada y concebida en un ‘nosotros inclusivo’, comunitario, donde podamos entrar todos a compartir y celebrar el encuentro mágico del teatro”.
De esta forma, lo teatral supera el modelo tradicional de un espectador pasivo y lo emancipa, le permite “seleccionar, comparar e interpretar. Conecta lo que observa con otras cosas que ha observado en otros escenarios, en otros tipos de espacios”, según la visión del filósofo francés Jacques Ranciere. Ver al teatro desde esta óptica nos permite entender mejor cómo palabras, historias y performances pueden ayudarnos a cambiar algo en el mundo en el que vivimos.
Sobre su participación en Escena y Memoria, desde el grupo afirman que a esta experiencia la viven “como un compromiso, desde nuestro lugar de ciudadanos trabajadores del arte y la cultura, preocupados por los temas que entendemos son de interés de todos. Nuestra participación en el ciclo ha sido variada y no siempre se llevó a cabo en los sitios de memoria mismos. Muchas de nuestras intervenciones en este marco se han realizado en otros espacios con la intención de ampliar la posibilidad de llegada a más públicos”, explican.. Así, han realizado presentaciones, por ejemplo, en la ex comisaría de Unquillo, todavía no reconocida como espacio de memoria, y también -por fuera de este ciclo- en Campo de La Ribera, con el Festival Señores Niños: ¡al Teatro! y el Archivo Provincial de la Memoria.
Enfrentar al mundo y desacomodarlo desde el humor
A través de la técnica de clown, las Pérez Correa enfrentan al mundo y lo desacomodan con sus reflexiones llenas de ironía y sarcasmo. El dúo de actrices compuesto por Laura Ortiz y Julieta Daga intervino con su obra Picante de Tuna en el 10° encuentro de Escena y Memoria. Sobre la experiencia de realizar este espectáculo en el ex Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba, cuentan: “Poder participar es en primer lugar un fuerte compromiso artístico y humano. Es conmovedor habitar un espacio que ha sido recinto de las más oscuras horas de compañeros y compañeras y transformarlo con nuestro trabajo. El humor es un vehículo contundente a la hora de abordar temas tan dolorosos”.
Desde allí, reflexionan sobre la potencia del clown y de sus propios personajes: “Hemos encontrado con Las Pérez Correa una forma propia de mirar la realidad, cuestionarla, criticarla, abordarla e intervenirla desde las payasas, que tienen la impunidad de la nariz roja. Nos reímos de nosotras mismas en primer lugar, de nuestra mirada absurda, inocente y punzante a la vez. El humor es transformador: nos libera de los miedos, nos fortalece, a la vez que desacomoda y mueve la estantería de ‘valores’. De repente el público junto a nosotras se encuentra riendo a carcajadas de la muerte, de la miseria, de la injusticia, y eso permite un acercamiento tan ácido como tierno. Y cuando nos damos cuenta, ya estamos todes dentro de la misma atmósfera. Es una rebelión”.
Aunque algunas veces se autodefinen como “boludas”, los personajes de Lita y Bocha indagan incisivamente sobre cuestiones políticas, sociales e históricas. Ahí es donde podemos ver el posicionamiento de las actrices frente al mundo. Y son las payasas las que se encargan de poner en un tono picante ese pensamiento y cuestionar ciertos discursos. “Hemos actuado en lugares muy distintos. Frente a gente compañera, en el sentido ideológico de la palabra y gente ‘opositora’. Lo que funciona es el dúo, mucha gente que nos ha visto no comparte nuestro pensamiento, pero acepta la mirada de las payasas, se ríen, disfrutan y seguramente se irán pensando ‘¿por qué me río? ¿de qué?’”, nos cuenta Laura.
Sobre los temas que trabajan, las Pérez Correa dicen que su límite es la poesía, que no cuentan chistes sino que “poetizan desde el humor” las cuestiones que las conmueven, como la injusticia en todas sus expresiones. “Reivindicamos la lucha por los Derechos Humanos -cuenta Laura- y nos está atravesando la perspectiva de género. El último espectáculo, Picante de Tuna con el que participamos en Escena y Memoria versa mucho sobre el posicionamiento de nosotras mujeres frente a este mundo machista. Un mundo que pega manotazos por todos lados y las artes escénicas no fueron excepción, por lo tanto nuestra mirada sobre las revoluciones feministas se agudizó mucho este último tiempo”.
Construir la memoria
Escena y Memoria es una resistencia al olvido, que contribuye a través de sus intervenciones artísticas a que espacios que fueron habitados por el secuestro y la tortura no se conviertan en archivos pétreos, sino en sitios donde la memoria es un estímulo para la acción, la reflexión y el desarrollo de una conciencia colectiva.
Desde esta experiencia, lxs impulsorxs del ciclo defienden el arte como una herramienta imprescindible para accionar la memoria y un mecanismo colectivo para saber de dónde venimos, para entender que los actos de los seres humanos no son fenómenos de la naturaleza: “Somos lo que somos, porque hemos sido lo que hemos sido. No llegamos a un lugar por mero juego del tiempo. Hemos construido esto. Pensar en esa construcción es una de las tareas sustanciales”.
*Licenciada en Comunicación Social, Facultad de Ciencias de la Comunicación, UNC.