¿Qué pasaba en el mundo del arte en Córdoba durante la época en que se gestó el gran levantamiento popular liderado por obrerxs y estudiantes? Mediante la reflexión y el recuerdo personal de Gabriel Gutnisky y las imágenes de proyectos colectivos que integró Roberto Videla, ambos artistas y docentes, recuperamos algunas de las experiencias de ruptura y transgresión que recorrieron los ´60 y los ´70. Además, reflexionamos sobre el modo en que los golpes de Estado de 1966 y de 1976 dejaron en suspenso el desarrollo de una cultura emergente, habitada por lxs jóvenes, que cuestionaba límites y convenciones.
Texto: Gabriel F. Gutnisky*
Imágenes: Archivo fotográfico de Roberto Videla**
Mantener abierto el espacio de la pregunta acerca del lugar del arte en el contexto del Cordobazo tiene poco que ver –en mi caso particular- con la autoridad de un relato histórico y mucho con la densidad de la propia experiencia. Es decir, con un recuerdo personal de los años sesenta y setenta, y de los desconcertantes giros y contramarchas que redefinieron ese arco temporal que cubrió los dos procesos de interrupción democrática: el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía en 1966 y luego su trágico correlato con la dictadura del ´76 y sus prolegómenos.
Básicamente, porque ese devenir histórico nos sometió a una contingencia de contrastes entre operaciones más o menos transgresoras, propias de los movimientos contra-culturales de los años ´60, y el horizonte obscenamente replegado sobre sí mismo, llano y provinciano que sobrevino entrados los ´70.
Dentro de las características del capitalismo, en la llamada crisis de acumulación se halla el “descubrimiento” de la juventud como nuevo nicho de consumo y con ello un protagonismo generacional inédito. Los ´60 significaron la visualización de esa fuerza de consumo pero también la redefinición del rol de la juventud en la sociedad; en Córdoba, esa redefinición se dio especialmente en el ámbito universitario y en la sinergia obrero-estudiantil.
Por eso no puedo sino pensar ese momento histórico atravesado por antecedentes y repercusiones, es decir, el contexto cultural antes, durante y después del Cordobazo.
En ese rango es necesario rescatar como un hecho clave la reestructuración de la Escuela de Artes de la UNC -en los primeros años 60-, que la transformó en una escuela modelo y en la primera en incorporar las cuatro carreras de plástica, cine, teatro y música.
Luego vendría la vinculación de esa unidad académica con las Bienales Latinoamericanas de Arte[1] y cierto cosmopolitismo reforzado por la presencia de invitadxs internacionales (entre ellxs Alfred Baar, mítico Director del MoMA). También, el desarrollo del llamado “teatro de creación colectiva” (cuya pionera fue la artista María Escudero, una de las fundadoras del grupo Libre Teatro Libre), el impacto de los Festivales Internacionales de Teatro (con la visita, por ejemplo, de Jerzy Grotowski, máximo representante del teatro-laboratorio) o las actividades del Centro de Música Experimental de la Escuela de Artes de la UNC.
En ese período, la expectativa del público joven fue canalizada a través de la aparición en Córdoba de los primeros Café Concert, como Bestiario y Elodia, y cineclubes como El Ángel Azul y el Sombras. Estos espacios –y otros como el Teatrino en la Ciudad Universitaria o el Teatro del Instituto Goethe- configuraron un circuito capaz de difundir aquellas producciones que se generaban por fuera de los canales más establecidos o convencionales y, precisamente, dirigidos hacia ese “nuevo” público.
Más allá del ámbito universitario, aparece también el recuerdo –entre otros- del difícilmente clasificable performer Jorge Bonino y, salvando las distancias, la bailarina Graciela Martínez (quien sorprendía al público al bailar dentro de una bañadera). Todo ello contribuyó a establecer condiciones de producción y recepción tanto inéditas como excepcionales por su implicancia, pero también por la brevedad de su desarrollo.
La expectativa frustrada
Parte de la década del ´60 y del ´70 marcó el horizonte de una expectativa que se vio frustrada por los hechos de violencia, la persecución y desaparición de personas, la intervención y desmantelamiento de las unidades académicas y el exilio forzoso, entre otras razones. Acontecimientos que contribuyeron a producir lo que, entiendo, fue “un encapsulamiento histórico”: una suspensión temporal que dilató las condiciones de censura y auto-censura que comprometieron al contexto cultural remanente en los ´70.
Esta suerte de suspensión temporal no sólo fue un forzado intermedio sino que implicó desatender aspectos que estaban recodificando la cultura del período. Las prácticas incipientes y luego abortadas –como algunas de las mencionadas más arriba- coarticulaban otro tipo de relaciones y postulados, muchos de los cuales definen hoy la cultura contemporánea.
Los indicios de una apertura –en un medio conservador como el de Córdoba- hacia estrategias tales como la desmaterialización de los límites disciplinares, la relación arte/política, el cuestionamiento a los límites culturales establecidos, el giro hacia los patrones de conducta y la constitución del sujeto indicaban la deconstrucción de convenciones. Básicamente, porque ese desplazamiento se preguntaba acerca de aquello que le era propio al presente, sea artístico, teórico y/o político.
Imposible restablecer lo que en definitiva no se terminó de desarrollar en su tiempo pero que -ahora sabemos- fueron breves marcas que preveían direcciones y propiedades que volverían a emerger, prácticamente institucionalizadas, entrados los ´90.
Esta es una mirada retroactiva, una reconstrucción mejorada por la memoria –vale mencionar que yo mismo estaba preparando mi primera muestra durante los días del Cordobazo- que pone en juego un ejercicio de temporalidad y narratividad sobre un momento del arte en Córdoba que nuestra conciencia rescata, y que resulta tan paradigmático como –aún- insuficientemente estudiado.
[1] Véase Rocca, María Cristina, Arte, Modernización y Guerra Fría. La Bienales de Córdoba en los sesenta. Córdoba, Editorial de la UNC, 2009.
*Ex director de la Escuela de Artes, hoy Facultad de Artes de la UNC, en el período 1994/2004. Docente-investigador jubilado de dicha institución. Arquitecto recibido en la UNC y miembro de la Asociación Nacional de Críticos de Arte. Inició su carrera como artista plástico en 1969.
**Director y actor de teatro, escritor. Docente de la Facultad de Artes de la UNC. Fue uno de los fundadores del grupo El Cuenco e integró los colectivos Libre Teatro Libre, Psico-Cine, La Ciotola (Italia) y Proyecto Stanislavsky (Italia). Publicó, entre otros, los libros La intimidad, Animales, Todos los caminos, Toro Muerto.