Las complicidades afectivas. Formas de atravesar la teatralidad cordobesa

*Daniela Martín

 

Memorias en forma de postales. Imágenes de calles, bares, instituciones y salas cordobesas que viajan diecisiete años: del primer al último Festival Internacional de Teatro del Mercosur. Charlas, obras y personas que marcaron vidas, generaciones. Y un recorrido en presente por los pulmones teatrales de esta ciudad. Para esquivar juntos a la asfixia. Para imaginar formas de encontrarnos en esta Córdoba, dolorosa y afectiva al mismo tiempo.

 

Postal 0

En blanco. Literalmente en blanco.

No sé qué decir, o sobre qué decir algo. Recibo la invitación para escribir (¡es el primer número, además!) y sólo veo blanco. Estamos en octubre. Empieza a hacer calor, las evaluaciones se convierten en una especie de fruto que no para de crecer. Y la mente en blanco. Desde Un Rato me dicen varios temas que habían pensado: festival, la mujer, una obra 10 años. Leo rápido, pero la palabra “festival” cala hondo. Borra el blanco. Aparecen intensidades. Imágenes veloces. Vamos por ahí. Pensemos las memorias en forma de postales.

Postal 1: El calor de las dos de la tarde

Dentro del Teatro San Martín hay un bar precioso. Lo digo desde mi memoria rota y huidiza: hace años que no vuelvo a pasar por ahí. En mi memoria era un bar oscuro, nada glamoroso como se podría imaginar, algunas mesas y un silencio extraño. Ese bar se había convertido en una especie de refugio para Jazmín Sequeira y para mí. Se imponía la tarta de frutilla, el cafecito, o algo fresco para paliar el calor pesado, pesado.

Estudiantes de la Escuela de Teatro Roberto Arlt presentan escenas en la sala Mariel Bof de la Ciudad de las Artes. Fotografía: Kevin Suarez

Jorge Díaz -querido y entrañable docente, director de teatro, jefe del  Departamento de Teatro de la Facultad de Artes de la UNC entre 1995 y 2001- fue uno de los motores de las primeras ediciones del Festival Internacional de Teatro del Mercosur, allá a principios de la década del 2000. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo, y trabajar con él, sabemos que la palabra “motor” le queda bien. Con una energía arrasadora, Jorge involucró a muchos/as estudiantes de la carrera de Teatro en diversas áreas de trabajo de esos festivales, y fue ahí donde, junto a Jazmín, trabajamos en la organización de los Foros de Dirección Teatral.

De esos primeros foros salieron varios libros que no tuvieron la circulación que se merecen: ahí se encuentran, transcriptas, todas las charlas, conferencias y discusiones con el público de esos encuentros acalorados y fecundos. En esos foros estuvieron Eugenio Barba, Rubén Szuchmacher, Maura Baiocchi, Rafael Spregelburd, Elena Cerrada, Lili Tetzner, Mariana Percovich, Silvio Lang, Jorge Onofri, entre tantos, tantas voces, que nos ayudaron a pensar la dirección. Ese fue uno de los pocos espacios formativos que la dirección teatral tuvo en Córdoba. Fueron festivales que marcaron a toda una generación –a la mía, quizás- así como los Festivales Latinoamericanos de Teatro marcaron a la generación anterior. Ese fervor por ver, escuchar, encontrarse. “A festivalear” era la frase que nos picaba en la lengua.

Una porción de tarta, y a seguir con el organigrama: qué obras ver, a qué talleres asistir, a quién teníamos que acompañar. Buscar botellas con agua para las mesas de los/as conferencistas. Esperar a los/as asistentes. Estar ahí, aprendiendo. Jazmín y yo, con el tiempo, nos empezamos a interesar por la dirección. Ahora las dos, además de dar clases, dirigimos. Siempre me pregunto, ¿cuánto de esas charlas, en esos foros, nos marcó sin saberlo? Jorge Díaz seguramente estaría contento con el destino de esas inquietudes en nuestras vidas. Las tramas secundarias de esto que se llama “festivales”.

Postal 2: El calor a las cuatro de la tarde

Estudiantes de la Licenciatura de Teatro de la UNC en la apertura del Festival de Teatro del Mercosur. Fotografía: Damián Virginillo

La cita es a las 16, jueves 5 de octubre de 2017, Plazoleta de la Compañía. Pleno centro: esquina de calles Obispo Trejo y Caseros. Llego muy cansada, aplastada diría, un poco antes de la hora. Ya no tengo la energía que tenía en los festivales del 2001, 2002… La encuentro a Lilian Mendizábal y a su equipo de cátedra ultimando detalles. Es una de las actividades de apertura del Festival de Teatro del Mercosur, y estudiantes de la Licenciatura de Teatro de la UNC, de segundo y tercer año, intervienen el espacio público. Son coordinados por Lilian, una de las docentes que más agita a los/as estudiantes para salir a la calle, intervenir, ocupar, accionar.

Van llegando, con lápices gigantes. Es extraño: van llegando de a uno/a, se van disponiendo en el espacio, repiten la misma secuencia corporal. Siguen llegando, son muchos/as, muchísimos/as. Conozco a todos/as, hemos compartido muchas horas en clases. Sin embargo, se desvanecen en su individualidad. Me olvido de sus nombres. De repente se transforman en un grupo poderoso que, gritando a viva voz fragmentos del maravilloso Máquina Hamlet, de H. Müller, detienen y transforman la significación de todo lo que está cristalizado en esas calles del centro cordobés: “Destruyo el campo de batalla que fue mi hogar. Abro de golpe las puertas para que pueda entrar el viento y el grito del mundo. Hago pedazos la ventana”, dice el fragmento que más me gusta. La ciudad se detiene un momento, ese momento es fugaz, pero algo se detiene, y el grito del mundo vive en esos cuerpos. Se van como llegaron, de a uno/a. Se pierden, de nuevo, por las calles del centro. Sigue, entonces, la presentación del grupo de tercero. Otra fragmentación del tiempo-espacio de la vida en las calles de la ciudad. Antes, los/as estudiantes del Seminario Jolie Libois irrumpieron en la peatonal con sus vestuarios, su música.

Es fuerte esto: estudiantes de teatro tomando las calles. Los festivales suelen irrumpir en las carteleras culturales, por su condensación en pocos días, por la intensidad que debieran proponer, por la diversidad de poéticas que deberían ofrecernos. Pero así como la diversidad estética, poética, viene de otros lares, habita en Córdoba y en sus instituciones de formación teatral.

El viernes 13 de octubre, estudiantes de tercer año de “la Roberto” -la Escuela de Teatro Roberto Arlt, que para nosotros/as, los/as teatreros/as, es “la Roberto”- presentan escenas producidas en una cátedra de la carrera en la Ciudad de las Artes, en la sala Mariel Bof (dolor y amor en ese nombre de espacio que trae al presente a la persona grande y humilde que fue Mariel, directora, docente y actriz cordobesa). Su autogestión para la muestra es como una perla aparte.

Esas grupalidades, esas fuerzas colectivas, esa cohesión para mostrar el trabajo se traman, a veces, en espacios que pareciera que nada tiene que ver con “el arte”. Pero los espacios de formación teatral en Córdoba no son sólo instituciones, meras academias, o espacios burocráticos y habilitantes de títulos. Son eso, sí, pero también son espacios de cruce, donde los/as que nos apasionamos por el teatro nos vemos las caras, nos vemos hacer, derrapar, hacer mal, aprender algo, compartirnos libros, ver obras juntos/as, hacer obras juntos/as, perdernos y no saber qué hacer, militar el arte, militar nada, enojarnos con docentes o estudiantes, amigarnos. Son espacios donde las complicidades afectivas y creativas, a veces, crecen y se multiplican. De esas complicidades surgieron, por ejemplo, eventos como la Maratón de Teatro, que una vez al año se hace en la UNC; el ENET, Encuentro Nacional de Estudiantes de Teatro, que ya lleva varias ediciones, y se hace cada año en una provincia diferente. Esos espacios, así como los colectivos fundadores de salas teatrales independientes, con su inmenso trabajo, son los pulmones teatrales de esta ciudad. Pulmones sin los cuales Córdoba sería prácticamente irrespirable. Pura asfixia.

Postal 3: Un café y una carpeta con archivos

En el año 2005 hice una investigación de carácter documental, en la que estudiaba la trayectoria de Paco Giménez, Roberto Videla y Graciela Ferrari. Siempre recuerdo un momento clave. En una de las tantas entrevistas, Graciela empieza a hablar del Artistazo. De repente se detiene, saca una carpeta, una carpeta con archivos. En esa carpeta están muchos de los documentos del Artistazo, un evento que en 1985 reunió a actores, actrices, músicos/as y artesanos/as cordobeses; los reunió y los llevó a la calle, a ocupar el espacio público, luego de la oscuridad que la última dictadura cívico militar dejó en el país. Se lee en la declaración de este evento: “Nos lanzamos a la aventura de intentar descubrir la vida, una vida que fluye y palpita en cada uno de nosotros, una vida llena de heridas sin curar, una vida llena de esperanza, inflamada de libertad y de justicia; pero queremos hacerlo juntos, entre nosotros, y junto a los destinatarios de lo que hacemos, es decir, a todo el pueblo[1]”. Comparto aquí también sus objetivos, porque cada vez que los leo se me eriza la piel: 1) La unidad de los trabajadores del arte; 2) El desarrollo de un proyecto alternativo de política cultural; 3) La unidad de todo el pueblo trabajador; 4) La recuperación de la alegría[2]. A veces pienso que debiéramos volver, los/as trabajadores/as del arte, a esos objetivos.

Graciela me presta todos esos archivos, les saco copias, se los devuelvo. Si supiera el impacto de la lectura de esos archivos en mi vida…

Postal 4: Otro café

Jazmín Sequeira en el ciclo «Cuentos a la luz de la luna». Fotografía: Lali Zanotti

Ayer me junté con Jazmín a tomar un café. En esto de las complicidades afectivas, Jazmín no sólo es mi amiga, sino que es alguien a quien admiro; pero también alguien con quien confabular un mundo mejor, formas de estar juntos/as, soñar algo, soñarlo y elucubrar hipótesis posibles para habitar nuestro trabajo de otra forma. Los festivales nos acercaron y marcaron una forma de estar juntas.

Entonces, ayer nos juntamos. Para imaginar un encuentro. Que no es un festival. Es un encuentro. De directoras. Mujeres. La dirección teatral -como la dramaturgia- pareciera ser de dominio masculino. Históricamente, aprendemos, reproducimos, desarrollamos, las grandes dramaturgias y líneas de dirección que los grandes maestros nos dejaron. ¿Qué lugar ocupamos las mujeres en el arte? ¿Cómo habitamos la dirección? ¿Qué paradigma proponemos en relación al imperante? ¿Cómo nos pensamos en esta historia, tan llena de discursos masculinos?

Tomamos un café, sin tarta de frutillas. Quince, dieciséis años después, los bares siguen siendo nuestro punto de encuentro para pensar… espacios de encuentro. Así de redundante como suena.

Córdoba, la conservadora, la docta, la religiosa. Córdoba, la del sistema respiratorio teatral, cultural, que nos salva. Córdoba, la de los números alarmantes de femicidios. La del aberrante Código de Faltas. Y podríamos seguir.

En esa Córdoba, dolorosa y afectiva al mismo tiempo, se hace necesario juntarse a imaginar formas de escucharnos. De mirarnos. De leernos en nuestro complejo presente.

Puede ser un festival, una intervención en la calle, un paseo por documentos históricos, por las instituciones, por las salas, por los grupos, por las reuniones. Lo que sea. Ya lo decían las paredes del mayo francés: la imaginación al poder.

Y los encuentros.

*Directora teatral, docente e investigadora de la Facultad de Artes, UNC.


[1] Declaración elaborada por la Asociación Argentina de Actores, Delegación Córdoba; AMIC (Asociación de Músicos e Intérpretes de Córdoba) y ARPA (Artesanos del Paseo de las Artes). Material donado por Graciela Ferrari.

[2] Ibidem.